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20 noviembre 2009

LA MODELO. CÁRCEL MODELO DE BARCELONA.

Rafael del Barco Carreras

18-11-09. “La Consellería de Justicia de la Generalitat ha suspendido de empleo y sueldo a un funcionario de la prisión Modelo de Barcelona por sustraer, supuestamente, dinero de los presos…”
Otra noticia que se cuela sin pena ni gloria entre tanta corrupción. Le conocí por los 90, y en particular cuando, encargado del economato de la Cuarta Galería, viví la red de blanqueo y tráfico de dinero y vales-cartones entre un bar frente a la Modelo y el encargado del economato de la Tercera, también involucrado un preso ayudante del funcionario “pagador”, el ahora “suspendido”.
El Peculio, el banco interno. No se trataba de un negocio pequeño, entre la droga y las familias proveyendo de más dinero del permitido para los presos, entonces unos 1.500, las cantidades alcanzaban cierta importancia. Le hacía jefe de la “pequeña mafia”, y no entiendo que se dedicara a “sustraer dinero de los presos”, aunque se daba algún rumor de “diferencias”, achacado a enredos entre familiares y presos, o simples chismes sin fundamento, excusa de malos pagadores, gorrones y drogatas.
Que las “prisiones” son la Universidad del Delito, es un tópico, pero que los decanos y catedráticos por lo vivido en los 80 (hasta 2.600 presos) eran la alta Dirección y algunos funcionarios (verdaderos asesinos, y no lo digo yo, lo gritaban los vecinos) no me cupo duda cuando me destinaron a la contabilidad de “Suministros y Economatos”. En la actualidad creí que entre el negocio de la DROGA y los Terceros Grados, salidas, permisos y similares, se cerraba el círculo de la delincuencia funcionarial. Mucha degeneración alcanzaría ese funcionario para caer tan bajo, quizá por avaricia lo abarcara todo y el maldito sentimiento de la impunidad, !20 años imposible sin connivencias y asociados!, añadido a una baja por enfermedad, le han traicionado. Al igual que otros en la Banca montaría el suyo dentro del oficial.
Mis tristes experiencias las escribí en una serie de artículos en www.lagrancorrupcion.com, y en el libro “EL CASO DEL CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA VISTO DESDE LA MODELO DE 1980” editado en BUBOK. Pero como por gracia de la CENSURA la web está dañada, o daña al ordenador que la visite según reza GOOGLE (he de advertir que yo y por suerte miles la visitan sin daño alguno, aunque resulte difícil el acceso) los reproduzco de nuevo en www.lagrancorrupcion.blogspot.com, seguido de algunas páginas de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN” con lo publicado por Gómez de Liaño, primer juez de Vigilancia Penitenciaria de Barcelona.





1. LA MODELO. 1980

2007. Este año es noticia, por fin la desmantelan, o eso dicen. Los vecinos ya no sufrirán su presencia. Mantendrán la estructura central como monumento y recuerdo a su tétrica historia. Pero lo tétrico no es historia, alcanza nuestros días, con el beneplácito ciudadano. ¡Que se lo pregunten a Xirinachs, que se suicidaría de puro asco, y tanto acallado denunciante!. “Asesinos, asesinos…”, gritaban por los 80 desde los balcones a las tres de la madrugada, cuando varios funcionarios apaleaban, después de consumir grandes raciones de alcohol, a los desgraciados engrilletados a las argollas que entonces colgaban de las paredes del semisótano de la QUINTA GALERÍA. El sistema para mantener el orden en aquella pocilga. Hasta NUEVE en una celda de nueve metros, con jergones encima del pestilente retrete. 2.600 presos, donde 1000 ya eran demasiados, con una galería destrozada en los motines de finales de los 70, sin comedores, asquerosas y frías duchas a menudo sin agua, y la comida pura bazofia, suplida por la exterior si se podía pagar. Igual o peor que el “Expreso de medianoche”.
Por desgracia he vivido las varias MODELOS de los últimos veinticinco años, y aun no sé cual es la peor, si la del 80, la de los 90, ya con la Generalitat, o los 2000. Si en una, las torturas, con el argumento de los torturadores de aplicar el único SISTEMA viable para mantener el orden con pocos carceleros (y afirmo que con placer por su parte), o la otra, donde flotan zombis drogados, vigilados por infinidad de funcionarios y “técnicos”, cuyos desastres cuando obtienen la libertad o permisos son más que evidentes. Cabría estudiar si el violador o asesino reincidente, siempre multiplicando su agresividad después de una larga estancia en prisión, añade a su inicial desviación biológica o psíquica un plus de venganza por el trato y “terapia” recibidos.
Si el primer día aun no me había repuesto de la sorpresa de la detención, cuando con mi abogado Pascual Estevill celebramos, la noche anterior, con cena en el Casino, la negativa del juez de instrucción al procesamiento, al segundo tomé conciencia que si el sumario reflejaba la Gran Corrupción de la clase política y financiera de Barcelona, a la que añadiría la judicial, allí cada palmo no solo era corrupto sino inhumano (con zonas muy parecidas a las descritas en los campos de concentración nazis). Ya antes de entrar, primera escena kafkiana, el policía “jefe de estafas”, Justo Aguilera (actual comisario jefe en Jaén), “para despistar a la prensa” nos lleva él SOLO, a Serena (de Automóviles Serena) y a mí, desde los juzgados al “Abrevadero”, excelente restaurante tras el “Teatro Victoria”. Mi última comida en libertad, y con un policía que los años me informarían de la cuerda de Piqué Vidal. La Policía no aplicó con nosotros el habitual “hábilmente interrogado”, que hacía de la Modelo el destino soñado de todo detenido… tenían el guión previamente estructurado. No recuerdo interrogatorios pesados, solo los asquerosos calabozos de Vía Layetana con olor a orines y de difícil distinguir entre la noche y el día. Tres días de pesadilla.
La sexta era la “mejor”, para primerizos, gente no conflictiva, o trabajando en talleres y “destinos”, y tres en una celda GRAN CONCESIÓN, si no fuera porque el compañero de litera bebía no menos de treinta cervezas diarias y se pasaba la noche meando, impidiendo conciliar el necesario sueño. Al tercer o cuarto día descubrí que la única ventaja del lugar era el obligado ajuste al medio olvidando el mundo exterior. Pero no se olvida, duele intensamente. Y premisa sin excepción, no tomar ni “aspirinas”. El “aguanta”, o de lo contrario “revientas”.
Hacia los cuarenta años con tres hijas menores y familia en los negocios (muy lejanos a la millonada denunciada y con problemas jurídicos agravados con la detención), si aquello duraba, el futuro se mostraba muy negro, ¡y duró TRES AÑOS! (de allí al juicio y condenado a los tres años), y con la prensa publicando millones a mansalva, que yo no había visto. Otro recuerdo imborrable, la diputada socialista ANA BALLETBÓ vociferando en el Congreso de los Diputados que los del gran desfalco del último franquismo el CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA estaban donde debían, LA CÁRCEL. Yo ni había estado nunca en el Consorcio ni era franquista ni tenía nada que ver con esos DIEZ MIL MILLONES que decían desaparecidos. Y La PRENSA, actor importantísimo en el tétrico drama, publicando que Bruna, el delegado del Estado ya encarcelado meses antes, vivía en prisión como un marajá. Sin embargo leyéndola a diario, entre líneas, completé lo deducido en el sumario, el gran engaño que entre los autores y descubridores “Serra y Maragall” se fraguó beneficiándose de los millones del BANCO GARRIGA NOGUÉS, o sea, Javier de la Rosa. Los cuervos a por su presa. Pero eso ya era el pasado, si pretendía la mínima comodidad, o simplemente huir lo más posible de la más sucia de las miserias y convivencia… ¡habría que pagar!. La expresión del Director Camacho, “a los del Consorcio no se les puede dar DESTINO porque la prensa se me echa encima”, solo se paliaba con las promesas de una libertad con fianza. El segundo y tétrico engaño de mis abogados, el primero, que ni me procesarían. Un primer año entre el patio, Pascual Estevill y Eduardo Soler Fisas. Y los enemigos no estaban en el patio, eran mis abogados. Ni allí ni en ningún lugar encontraría a nadie tan amoral como Pascual Estevill, y por desgracia tardaría en darme cuenta.
Y si el terror suplía a los pocos funcionarios, unos VEINTICINCO por guardia (ahora varios centenares para la mitad de individuos), un refinado sistema de beneficios mantenía el orden y todo el organigrama interno. Los antiguos “cabos de varas” (sin las varas en la ya Democracia), los “kíes” dominando el juego y las DROGAS, y un buen número de “destinos” (prácticamente la cárcel funcionaba con el trabajo de los presos) mantenían el orden en aquella anarquía total. Entre las concesiones, la compra de cervezas al precio de “economato”, catorce pesetas, para revenderse a cincuenta, y si el cupo por persona eran dos diarias, según el “destino” se podían comprar hasta varias cajas con lo que las ganancias o las borracheras eran seguras. Primera premisa, pagar por TODO, desde un “machaca” a la “red” que te permitiría comer con vino o “salir del patio” y alcanzar un buen “destino”. De entrada la prioridad, las chinches, el borracho Juan, las depresiones que me juré no aparecieran, y comer decentemente. El aguante humano es infinito, con un mínimo de voluntad e ingenio.
Desde el primer momento me pareció imposible no caer enfermo, todas las enfermedades infecciosas tenían cabida, y apareció la SIDA, que a mi entender pudo incubarse tan bien allí como en el África donde situaron su nacimiento. Otra incoherencia, culpa de mi obsesión por la ducha diaria, mis pies se llenaron de hongos provocándome la única herida o enfermedad de toda mi vida de adulto, y desde entonces el Panfungol es la solitaria medicina de mi botiquín. Quizá sea un caso especial pero desde las anginas de mis quince años, jamás he acudido a más médico que un dentista. Una suerte añadida, porque la atención médica, era más bien desatención, y en manos de un único y siniestro personaje.


2. LA MODELO. Julio 1980.

Al margen que el caso CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA generara páginas contra los encarcelados, el Delegado del Estado nombrado en 1977, Bruna de Quijano, el comerciante de coches Fernando Serena, y yo, y al mismo tiempo los socialistas de “Serra y Maragall”, y otros, aprovecharan el enredo para sacarle (supongo al estilo FILESA, extorsión) al Banco Garriga Nogués, alias JAVIER DE LA ROSA MARTÍ, hijo del huido “secretario” ANTONIO DE LA ROSA VÁZQUEZ, muchos más millones de los denunciados, en principio a la prensa 10.000 millones, rebajados en la denuncia a 1.200, de las pesetas de entre 1975 a 1979, mi vida en la Modelo forjaría otras prioridades. SOBREVIVIR, física y mentalmente.
Los recuerdos podrían degenerar el cuadro a describir, por lo demás solo escrito por alguna de las víctimas poco o nada escuchadas o leídas, ya en denuncias oficiales (todas “aisladas” o archivadas) o escritos más o menos enmudecidos, y por ello cuando me refiero a aquella MODELO, cito al primer JUEZ DE VIGILANCIA PENITENCIARIA, Javier Gómez de Liaño, en su excelente libro “PASOS PERDIDOS, Confesiones en carne viva”. Navidades de 1981, “Cuatro meses de trabajo fueron bastantes para descubrir el cúmulo de abusos y barbaridades que se perpetraban en la cárcel Modelo de Barcelona. Situada en pleno centro de la ciudad, era como un amplio escaparate del absurdo”. El libro, editado en 1999, sigue con alguna de las espeluznantes escenas, como su visita al PALOMAR, unas celdas acolchadas (para locos) en la enfermería. Esas celdas formaban parte, con las argollas de la QUINTA, del SISTEMA, y con la ventaja de que los gritos no despertaban a los vecinos. Cuenta que años después preguntó al secretario del juzgado por los varios sumarios abiertos por homicidios, asesinatos, torturas y corrupciones de todo género, con incluidas “venta de libertades”, no por SUS DENUNCIAS, sino por las víctimas…NO PASÓ ABSOLUTAMENTE NADA, NINGUNA SENTENCIA a considerar, NINGUNA. Si el Gobierno Suárez nombró director para pacificar la cárcel, tras los motines, al torturador Camacho, no se quedó corto al nombrar PRESIDENTE de la AUDIENCIA A ALFONSO HERNÁNDEZ PARDO, dos sátrapas del más refinado franquismo.
Primeros de julio de 1980. Alojarse en la planta baja de la SEXTA GALERÍA sería a lo que los periodistas se referirían en el VIVIR COMO UN MARAJÁ sobre Bruna, y si se comparaba con la CUARTA, DE REINCIDENTES, O LA TERCERA (con promedios de 700 individuos), PARA EXTRANJEROS, moros, negros y sudamericanos, era una “delicia”. Unos 400 individuos en unas 90 celdas, con un funcionario que recontaba y poco más. La gran ventaja de la sexta, durante el día la mayoría trabajaban y los pocos que quedábamos podíamos movernos entre el patio y la celda. La SEGUNDA, más pequeña, con varios de la ETA, no estaba mal en cuanto al ambiente, y la QUINTA, la de castigos, la de las barbaridades, sin olvidar la enfermería que lo mismo servía para aislar algún enchufado que para matar a palos a cualquiera, y cuando digo “matar”…es matar. Recuerdo que muchos años después cuando ya no existía EL PALOMAR, Don Francisco (nombre real de uno de los presuntos torturadores) me contaba que al entrar en una de las celdas el “loco” le arrojó a la cara los excrementos… y lo puso a caldo ¡claro!.
El susto inicial de que poco menos se me comerían se pasó rápidamente. A los “caballistas”, así se llamaba entonces a los de “dinero o bolígrafo”, se les respetaba, por lo menos en aquella galería donde el resto se jugaba mucho de salirse de las normas. Zamora, el cabo, todo un prototipo, chorizo, tuerto y ligera cojera, se desvivía para tenernos contentos, claro que consumiéndole alguna de las porquerías que servía en su “rutina”, café de sucia cazuela, tortillas, o carne que conseguía de la cocina, al igual que el machaca Miguel procuraba un jergón sin cuerdas, colchón sin meadas, o sábanas limpias. Mi contable mentalidad le atribuyó ganancias de unas 200.000 pesetas mensuales, aun manteniendo a tres ayudantes. Toda una fortuna, o sea, que el primer responsable del “orden”, y chivato oficial, era el más interesado en su mantenimiento. Xiqui y Angel (nombre falso), con las drogas y el juego, ganaban más.
Las drogas. Si la compra de varios porcentajes de acciones, en efectivo y con letras, de Charly Max, negociación en la que me enfrenté al retorcido futuro presidente del Barça y de Husa, Juan Gaspar, que con un 7% y la gerencia succionaba los sustanciosos beneficios, me hicieron administrador de la célebre entonces discoteca en Barcelona (esquina Bori Fontestá-Beethowen), con lleno continuo, y me pusieron ante el creciente tráfico de drogas, ahora se mostraban omnipresentes, la primera y imperiosa prioridad. Un elemento nuevo que desde el primer instante me indicaba su terrible peligrosidad, pero marginándose de su circuito y consumo la tranquilidad CASI absoluta.
Mi primer amigo, CHUECA, todo un personaje, una celda para él solo desde que hacía unos meses un túnel desde la Avenida Roma pretendía alcanzar el patio de la sexta pero se hundió en la calle Provenza (la zona es una explanada, antigua riera desde Sarriá al Paralelo rellena con tierras del Ensanche, donde infinidad de ratas construían sus madrigueras, saltando a la cara de los perforadores), descubriendo su autoría por los planos que llevaba encima. Pretendió reeditar el famoso túnel por donde escaparon cuarenta y cinco presos. Se proponía poco menos que vaciar la cárcel, cobrando peaje. Falsificador, estafador de bancos y casado con una italiana (pura mafia decía). Después de una temporada en la QUINTA, vivía tranquilo y solo en la planta de la SEXTA. Murió poco después de su libertad de un disparo en la cabeza.
Y si yo en el interior buscaba mi acomodo y hasta emborronaba cuartillas, leía o jugaba con mis compañeros, cartas y frontón, a la par que atosigaba a preguntas a BRUNA, nunca aclaradas, mi mujer demostraba su gran actividad exterior, consiguiendo a los pocos días entrevistarse conmigo en el locutorio de “Jueces”. Todo un logro ya que en los locutorios generales (sin cabinas) era imposible por el griterío mantener una conversación. Y los logros no vendrían por los “amigos” que del ambiente “oficial” nunca tuvimos, y los otros desaparecieron o perjudicaron, sino por el BAR LA MODELO, la Tina, donde servían las varias docenas de comidas que se pasaban a diario al interior de la cárcel. Comenzó picando piedra, o sea, a invitar, pagar comidas, o pasarse horas esperando no sabía qué… por lo pronto comida decente, aunque cara, y la prensa…


3. LA MODELO. 1980.

Mi profesión y negocios, comparados con lo caído encima, eran una insignificante turbulencia. De ser, para un reducido grupo de conocidos, el Del Barco de la Caja General de Crédito, una pequeña Sociedad Cooperativa de Crédito, a convertirme gracias a la PRENSA en el del CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA. Y de unos problemas jurídicos por dos grandes urbanizaciones, provocados por una serie de situaciones, como la fusión con CAJA IBERICA, que a la vez se fusionó con el BANCO CENTRAL, provocándome problemas de financiación, sin relación alguna con los De la Rosa y su Consorcio hasta muy entrado su “desfalco”, me convertí para la prensa en toda una serie de “profesiones” y personalidad. La más graciosa, “directivo” del Consorcio, aunque la de “secretario” de Antonio de la Rosa almacenaba más malicia. Releyendo ahora los recortes de prensa me pregunto como en tan poco espacio de tiempo pudieron lanzar tantos inventos, incluso contradicciones, y sin que ningún periodista o medio se interesara por la verdad, ¡con lo fácil que hubiera sido preguntarme a mi, a mis empleados, familia, conocidos, registro mercantil, incluso agencias de informes!. El Grupo Z (El Periódico e Interviú) lideraba la campaña. Y entre los “directivos del Consorcio en prisión”, dictado por Pascual Maragall, nombrado delegado del Ayuntamiento en el Consorcio, doble sueldo, aparecía a toda página la publicidad del BANCO GARRIGA NOGUÉS, o BGN INTERNACIONAL, pero NUNCA en ningún medio se citó a JAVIER DE LA ROSA, a pesar que mis declaraciones y escritos al JUZGADO no solo centraban el Banco y Javier como “colaborador necesario” sino hasta “autor necesario”, convirtiendo los talones con beneficiario falso en EFECTIVO disponible.
Pero si la prensa enturbiaba mi relativa tranquilidad en la SEXTA, mis abogados, Soler Fisas y Pascual Estevill, me excitaban con su frase favorita “esto es un tema político”. Mentalizándome además con que la policía de Justo Aguilera me convertía en el “cerebro” pues por mi reconocida capacidad profesional, según ellos, era más capaz que Antonio de la Rosa, situado en su informe a un nivel de alta “macroeconomía” frente a mi “microeconomía”. Y barajando la posibilidad de una FIANZA justificaban su visita, y preparaban exprimir a mí y al caso. Sin embargo, yo atento a la llamada del altavoz. Una tortura lo del altavoz por si tus abogados traen buenas noticias. Y así tres años, hasta el juicio.
Alentar esperanzas es fácil para sinvergüenzas de la catadura de Pascual Estevill, máxime a un terminal, y el ambiente contribuía. Si la crisis del 73, la muerte de Franco, y las turbulencias de todo tipo, crearon quiebras a mansalva, y por lo tanto estafas, allí apenas si nos encontramos en principio una decena por temas de “bolígrafo”, alentando la idea de la “FIANZA”, y TODOS los conocidos durante TRES AÑOS la consiguieron, exceptuando los del CONSORCIO. La creencia popular de que con dinero no se entraba en prisión, se convertía en cierta. Sin antecedentes penales, la “fianza” era lo habitual. Tan poca gente, por dinero, que aún se hablaba de Vilá Reyes, el de MATESA, a quien la prensa nos comparó. En sus antípodas de “clase social” el último de los ajusticiados por garrote vil, Puig Antich (de los dos hacía unos seis años), que con los motines y fugas, formaban las fábulas del lugar.
CHUECA, el del túnel, vecino de celda, me insistía. “Os pondrán fianza, pero con ese De la Rosa, lo tenéis mal…yo viví unas letras avaladas por el Banco Garriga Nogués colocadas a inversores, y hasta a bancos suizos, apareciendo duplicadas…y el Banco por teléfono confirmaba tanto verdaderas como falsas…varios cientos de millones”. Me sonaba a lo de los terrenos falsos, con Pascual Estevill asegurándome tener localizados al equipo de abogados, en Rambla Cataluña, que gestionaron toda la operación de terrenos de Montornés, verdaderos, falsos, y falseando también con precios desorbitados los contratos de las compras reales. Con el tiempo esas y otras pruebas no se siguieron y hasta desaparecieron.
Y Serena y Bruna insistiéndome que no cargara las tintas contra Javier, que el autor era el huido padre. La primera de las diferencias con mis dos compañeros de causa. “Rafael, estoy de acuerdo que el desfalco es mucho mayor, pero Javier no intervino…y tus acusaciones nos complicarán la vida”. ¡Ya lo creo que me la complicaron!. “Pero Fernando, te declaras “administrador” de Antonio, y Justo Aguilera informa que tus ventas de coches no son más que “blanqueo”, y por las cifras en el sumario ni tú significabas nada en las cantidades barajadas por los De la Rosa, ni mucho menos necesitaban esas ventas de cincuenta automóviles para blanquear…tienen ese Internacional BGN anunciado con total desvergüenza”. “No debí bajar de mi pueblo…”. Y si Serena se sentía culpable por el hecho de abandonar su pueblo, Campo, en el Alto Aragón, e iniciar una nueva vida en Barcelona, en principio conduciendo camiones, Bruna, sin responder a ninguna de mis preguntas sobre el CONSORCIO, le daba vueltas a la doble vida de Antonio, su amigo de toda la vida. “Déjate de orgías, yo nunca participé en ninguna de esas orgías…ni Serena, supongo, eso es un invento, una cortina de humo”. “Pero Serena le presentaba chicas…”. “¿Y eso le convierte en culpable?”. “Y tú estuviste con Antonio en París y ese crucero”. “Sospecho una más de las trampas…y allí nada de orgías, yo fui por trabajo…y él montó unas escenas de viejo verde y putero…seguro premeditadas para que pareciera lo que no era, y ¿quien las lanza contra mí?...él mismo…o sea, Javier, su hijo…y la fábula de que pervertimos a su padre”. “Pues era un hombre de misa diaria”. “¿Qué me estás diciendo…que los de misa diaria no llevan doble vida?”.
Al juez de instrucción Miranda de Dios, DEL OPUS, “le impresiona lo de discotequeros y las orgías”. Yo entonces ignoraba que le impresionó más el PISO que le proporcionó PIQUÉ VIDAL, abogado de los De la Rosa, cercanos también al OPUS. Veinte años después cuando un periodista preguntó al juez por esos pisos contestó que Piqué Vidal (ya se le conocía por el hombre del maletín) era entonces un profesional honorabilísimo y que en su juzgado nunca supo de asuntos de su Bufete, rasgándose las vestiduras porque alguien pudiera dudar de sus cuarenta años entregados a la Justicia.
Conversaciones del infinito patio. “Se ha de ampliar la denuncia en los diez mil millones… o si no, tu propia defensa debería incidir en esos doscientos millones de talones con beneficiario falso ingresados o pagados por el Banco Garriga, antes de que tú fueras nombrado Delegado del Estado”. “Estamos en ello, pero Antonio pudo engañar a su hijo como lo hizo conmigo…”. “O viceversa…el hijo engañar al padre, o los dos a una…o solo el hijo, puesto que el padre poco pasaba por el Consorcio”. Y si los encarcelados opinaban así, Rafael Jiménez de Parga, abogado del Ayuntamiento (ahora acusado por las extorsiones y chantajes con Pascual Estevill y Piqué Vidal), incluiría su frase de “El Sr. Del Barco lo que pretende es magnificar el caso para conseguir su libertad con fianza”.
Y mi mujer conseguía más día a día. Según la guardia, las visitas por el locutorio de jueces se alargaban. Un bálsamo unos cuantos besitos entre las rejas sin cristales de separación. Tardaríamos en conseguir un “visavis”, nada se regalaba de inmediato, aunque aquellos “visavis” ni parecidos a los de años después con celda, duchas y condones. Una sala con varias familias, unos asquerosos urinarios, o un armario donde cabía una pareja, pero con libro de familia y cada cuatro o seis meses. En principio, soñando con la fianza, o ante la vejación del denominado “vis a vis”, ni se planteaba.
En la misma cabina Pascual y Soler Fisas me convencían que mis letras por la venta de la discoteca Charly Max, con contrato denunciado, 52 millones (de los que yo tenía 30 en letras), y por tanto podrían embargar, se las cediera justificando MINUTAS, y él me devolvería el dinero. Maldita solución. Otra incógnita, el juzgado no embargó las letras (a pesar de citar la operación en la sentencia), pero Pascual tampoco devolvió el dinero. Y para remate, el único amigo, mi socio del HOTEL RITZ, Antonio Parés Neira me visitaba alabando el buen hacer del ya abogado común, a la par que se guardaba, y desaparecería, una documentación reflejando nuestros intentos de venta de los terrenos del Consorcio en Montornés (actual Circuito de Cataluña), demostrando mi ignorancia sobre su falsedad.
El frontón se convirtió en el desfogue de cada día. Unas duras pelotas con núcleo de miga de pan e hilo de varios calcetines que se “colgaban” a cubos entre los muros, obligando a pagarlas nuevas y usadas. Camacho, un joven atracador, Koldo de la ETA, y “Cuello de Toro”, un sesentón delincuente de toda la vida, elevaban el nivel de juego a cotas de entusiasmo público.
La tranquilidad de la SEXTA no solo la alteraba las noticias exteriores, las interiores amenazaban tormentas. La Tercera y la Cuarta no se resignaban. Si las razias, palizas y traslados acabaron con los motines de los últimos 70, las condiciones habían empeorado. La masificación y los preventivos, sin límite en el tiempo para el juicio, aumentaban. Y la política del durísimo y corrupto director CAMACHO encendía los ánimos. Cada día aparecían rudimentarias armas, y no tan rudimentarias, como una pistola del veintidós.
Y por primera vez, un par de semanas, saltó en mi entorno la muerte, a unas celdas de la mía. Un desgraciado aporreando la puerta durante la noche. El infarto llegó antes que los “enfermeros” (presos con bata sucia). Las habría a decenas. Los de guardia en el Centro, la garita desde donde se veía y oían las galerías, andarían ocupados, borrachos, en las sacas nocturnas por incidentes ocurridos durante el día, y chivados por los conductos habituales, aplicando los oportunos correctivos en el sótano de la Quinta. ¿Eh, jefe de Centro Pastor, y de Servicios Don Fernando?. A Pastor le encanta contar a la prensa y televisión la ejecución de Puig Antich, pero nunca contará las muchas ejecuciones “ilegales” de sus demasiados años de servicio. De carcelero con gorra y porra, a Jefe de Servicios, y oficinas hasta la jubilación.

4. LA MODELO. 1980

Y se perdía en recurso la LIBERTAD CON FIANZA. Pascual Maragall, Delegado del Ayuntamiento en el CONSORCIO, no soltaría la segunda de sus grandes oportunidades en la vida, la primera, formar parte del equipo de Gobierno del Ayuntamiento con NARSIS SERRA. De funcionario con PORCIOLES, a regidor, la política activa. El “pastel”, la ilusión de todo burguesillo catalán de San Gervasio. El Consorcio de la Zona Franca, arruinado por el desfalco de Antonio de la Rosa, un limón con mucho jugo. A su primer éxito mediático junto a su amigo Narcís Serra, detener a los AUTORES (la última gran corrupción franquista, ellos limpiarían el País) añadiría dinero a grandes dosis, ajeno a los más o menos rígidos presupuestos del Ayuntamiento y con las arcas vacías (según insistía el Alcalde Serra), primero al Banco Garriga Nogués, Javier de la Rosa (tras ellos el mayor Banco del País, BANCO ESPAÑOL DE CRÉDITO, sin olvidar que la CAIXA, y su Caja B, dinero negro, se citaba en el Sumario), y al mismo tiempo al Gobierno Suárez, culpable del desaguisado, pero además con sus partidarios en Barcelona metidos y en torno al Noticiero Universal (donde el Banco Garriga Nogués perdió 2.000 millones). Se entendió de inmediato con el hombre nombrado por Suárez, a las órdenes directas de su cuñado Aurelio Delgado, Carlos Güell de Senmenat. Los del CONSORCIO debían seguir en prisión y lo pretendido por Del Barco, ampliar la denuncia a los 10.000 millones defraudados, no solo no interesaba, se bombardearía. Neutralizar a su abogado, Pascual Estevill, a través de su amigo de Universidad, Piqué Vidal, de los De la Rosa (los dos impartían clases como auxiliares) pan comido. Además Pascual era el abogado del Noticiero de los de UCD. Los íntimos sabían no solo lo de la amistad sino la amoralidad de los dos personajes. Y Pascual al dictado del metepatas Del Barco amenazaba con incluso una posible detención de Javier de la Rosa Martí, el hijo del fugado Antonio, la fuente de sus financiaciones. El gran HIJO PRÓDIGO, y nunca mejor dicho LO DE “HIJO” y “PRÓDIGO”, repartió sin freno a todo Poder que amenazara DENUNCIARLE o detener a su padre (lo que evidentemente le arrastraría), entonces y durante QUINCE años, hasta que el Juez Fernando Pérez Máiquez, (también inquilino de Piqué Vidal) prescribiera sin necesidad de detener (sustanciar el delito, reza la jurisprudencia), o la presencia del padre Antonio, su responsabilidad penal.
Retener a los del CONSORCIO tres años preventivos les supuso a “Serra y Maragall” el aval del Gobierno Suárez cubriendo todas las deudas (la mayoría de la CAIXA), UNOS 10.000 MILLONES, más 2.500 millones en efectivo por la venta de unas hectáreas AL PUERTO, ¡eso para el Consorcio!, y PARA EL PARTIDO Y SUS SOCIALISTAS, que se sepa, al BANCO GARRIGA NOGUÉS, o sea, a Javier de la Rosa, talones como el de 60 MILLONES al senador socialista JOSÉ BATLÉS, avales por miles de millones, según declaró a la prensa muchos años más tarde MAGDALENA ALVÁREZ, para comprar la prensa del MOVIMIENTO y una tontería de crédito para el CONSORCIO de 396 millones con fecha 26-3-83, un mes antes del juicio y mi libertad. Lo documentado y publicado. ¡Cuidado!, esas cifras sobrepasaban el presupuesto anual del AYUNTAMIENTO DE BARCELONA.
Un verano tórrido en la Modelo. Calor e impotencia. “Pero, ¿qué dice Miranda de Dios?, nuestros escritos son claros…”. Y Eduardo Soler Fisas respondía con su frase favorita “es un tema político”. Y yo aguantando el espectáculo de una paliza de muerte al secuestrador de una anciana y una niña, a la que además violó, mató y enterró. A gusto hubiera participado, pero la violencia no fluye en quien no la contempla ni en su subconsciente. Al poco, la historia se repite, un chico, tirando a subnormal, había estrangulado a su sobrina de nueve años mientras la violaba. El funcionario, señor Navarro, en el primer signo oficial de “confianza”, lo destina a mi celda porque “soy buena persona”. No se libró. Un distintivo carcelario, el de las palizas a los violadores, y de muerte, con niños, que el futuro diluiría absorbido por la DROGA (legal e ilegal). En cuanto a mí, ningún signo peligroso. Comíamos, de la Tina (Bar Modelo), en una mesa de cajas de plástico de verdulería, sentados en los camastros y más cajas, Chueca, Serena, y alguno más. Jugaba a frontón con Camacho, Cuello de Toro o Koldo, tiraba unos dados con el Xiqui, o le pedía un refresco a Ulises, el fantasma de las obras del Ensanche, que delinquía rompiendo escaparates para que lo encarcelaran.
Pero el verano y su relativa paz se calentarían en septiembre a los dos meses de entrar en prisión. Perdido el recurso pidiendo la libertad con fianza, a los ataques de la prensa ordinaria, menos La Vanguardia (Godó buen amigo y vecino de De la Rosa) que no publicaba ni bien ni mal (la publicidad a toda página del BANCO GARRIGA NOGUÉS exigía el silencio), se añadió una revista de gran formato editada por un ex socio de Antonio Asensio y fundador de INTERVIÚ, José Ilario Font, con una serie de artículos al dictado de Serra y Guell de Senmenat, o sea de Pascual Maragall. La versión del Ayuntamiento con casi sentencia firme. EL JUICIO PARALELO. Yo era un testaferro, tan nombrado en cada artículo que mi nombre se convertía en principal. Después de la campaña del Periódico sobre “mis urbanizaciones”, la puntilla a nivel mediático. Ni una referencia a Javier ni a mis declaraciones en el juzgado. Por suerte duró seis semanas, después desapareció la revista, EL MAGAZIN. Siempre he supuesto que la financiación provendría del Banco Garriga. Un toque de clarín de lo que se avecinaba. Si el panorama en el Ayuntamiento, yo ya lo tenía claro, me asombraría de lo que eran capaces los jueces, las voces de los encarcelados por los asesinatos de Viola, Bultó y La Escala sobre su inocencia se oían por toda la prisión a pesar de no estar en la Sexta. La suerte de no ser torturado como ellos, no excluía que se fabricaba unos culpables y sin necesidad de torturas. Y si mis abogados seguían incordiando con los escritos que yo les inspiraba, aun no tenía razón para sospechas, cabía la esperanza, ante los indicios abrumadores, que el juez se decidiera citar y requerir pruebas.
La sombra de los motines no desaparecía. Los nombres, el “Julián” (trasladado de prisión, y en una de sus salidas a un hospital se cayó por la ventana al intentar escaparse, versión oficial, la otra, que lo mataron a palos), los Cuenca, con los adolescentes Vaquilla y el Torete de emblema, los Ugal, y algún Jodorovich, amenazaban con resucitar la COPEL (asociación de presos en lucha). Kíes, gitanos y quinkis, que la droga aun no había anulado pero les permitía considerables ganancias. Gente de la marginación tan profunda que solo veinticinco años después es difícil concebir que la Ciudad alimentara esos caldos de cultivo, y todos muertos “jóvenes”. Los conocí en mi niñez, los de las barracas del Carmelo. Junto a sus chabolas, barro y miseria, existía una ciudad donde los coches y buen vivir se veían al alcance de la mano, y del choriceo de subsistencia pasaron al atraco bancario, las armas, y con cuatro esnifadas los dueños del mundo. El machismo y la dureza a límites de autolesionarse hasta su cuerpo parecer salido de primitivos rituales. El tipo de delincuencia “franquista”, escapada o intentando escaparse del total dominio de una policía brutal y corrompida, y emulando a Alan Delón o Jon Travolta. Y si como se demuestra alterando el espacio mínimo vital llenando de individuos, ratones, una caja, alcanzas además de la locura la agresividad más salvaje, en una de tantas celdas de nueve se viola hasta la muerte a un recién ingresado, un pringao adolescente, destrozándole el ano y vientre con el palo de la escoba, confirmando que el único freno es la violencia al mismo nivel. Oigo las habituales palizas de la quinta, yo, todos, y todos los vecinos de las calles Rosellón y Provenza.
Nunca hubiera imaginado que en mi ciudad, más allá de las películas, la realidad no solo alcanzara una crudeza tan extrema, sino que liquidando el “franquismo” se forjara otro mundo, el de la DROGA. Aquella delincuencia del Somorrostro, La Mina y Can Tunis indiscutiblemente sería eliminada. Circulaban ya por allí algún apellido de la rancia y en parte arruinada burguesía derivado a la cocaína. Dos mundos tan distintos que era imposible que se pusieran de acuerdo para grandes reivindicaciones sociales. Solo separaban la Sexta de la Tercera y Cuarta dos débiles cancelas, y el terrible Centro, la gran garita de guardia, pero nunca tuve la seguridad de que si estallaba un motín aquellos pocos guardias nos protegieran del odio contra los enchufados, caballistas y chivatos en que nos catalogaban. Limitado pero sucedió, unos cuantos de la cuarta entraron en la segunda, a por droga, y apuñalaron al primero que se les puso por medio, el capitán de un carguero griego detenido por contrabando.
A unos pasos de la Sexta la existencia se complicaba, otro mundo, con la misa, el cine dominical, apuntarse al médico, o los esporádicos cruces a los locutorios, intercambiando contactos y negocios. Las drogas y hasta el sexo muy activos. El cine se comparaba con el Diana de la calle las Tapias y la lavandería, una verdadera casa de putas.
Hipotéticos peligros aparte, a los tres meses de tranquila Sexta, el sumario se movía. Pascual Estevill o Eduardo se mostraban eufóricos, el juez Miranda de Dios, admitía nuestras demandas. Se citarían, paulatinamente a los principales vendedores de terrenos, funcionarios del propio Consorcio, y todos los necesarios para esclarecer nuestros postulados, incluido a JAVIER DE LA ROSA MARTÍ. Los primeros a un mes vista. Me parecía una eternidad, aun no había calibrado que un mes en los juzgados es una unidad de tiempo mínima. Volverían a pedir la libertad con fianza, seguros que de las declaraciones quedaría patente que ni Serena ni yo teníamos nada que ver, y que nuestras cifras y negocios con Antonio de la Rosa eran una insignificancia dentro del conjunto del desfalco.


5. LA MODELO. Fin de 1980 y entrando en 1981.

Esperanzado con las citaciones para demostrar el gran desfalco, iniciado en cuanto a los terrenos (había más) en 1975, día de la muerte de Franco, por 10.000 MILLONES. Mi objetivo, expuesto en los escritos de Pascual Estevill, probar que mi incidencia en la vida y negocios de Antonio de la Rosa se reducía a unas legales operaciones, insignificantes en las cifras por él manejadas, y dentro de mis actividades financieras y mercantiles, durante 1978 y 79 (antes, ni relación ni conocer a los De la Rosa), sumando 80 MILLONES, pagados con talones de su cuenta en el Banco Urquijo, ingresados en mis legales sociedades, y que en la fallida operación de compra de los terrenos de Montornés, sin mediar dinero, el único engañado, yo, pues el Consorcio poseía sus terrenos y yo había perdido el tiempo y dinero en muchas gestiones. Pero y además demostrar que la versión del Ayuntamiento de mi participación para comprando esos terrenos con un contrato privado, donde se cambiaron los datos verdaderos por falsos, se dirigía a esconder el desfalco una vez pagados, era un burdo invento, pues ni pagados esos terrenos se escondía y cerraba nada, apenas un CINCO POR CIENTO. Para más abundancia, certificando el eje en que giraba el tema, el director de la agencia del Urquijo, Luis Hernández Martín, había sido compañero de trabajo, y socio del hijo Javier en otro breve empleo en el Banco Pastor, años 1972 al 74. Los negocios entre ambos le costaron al joven Javier su primer trabajo en banca, un enchufe en el entorno de la Condesa de FENOSA, presidente del Pastor. Y si el Banco Garriga Nogués no aportó las cuentas pedidas por el Juzgado, el Urquijo lo hizo rápida y con todo lujo de detalles. Con el tiempo supe que el empleado del Urquijo Pons cobró por una noche de intenso trabajo 25.000 pesetas, respetable pago.
Pero iniciadas las citaciones se nombra un juez especial, José Álvarez Martínez, y apenas nombrado, cierra toda posibilidad el día 5-12-80, a los cinco meses de acusado y encarcelado, despachándose en un auto con una “verdad verdadera” que eleva la versión de los denunciantes a “verdad” sin necesidad de pruebas, y sin vergüenza, argumentando su negativa de más pruebas y cancelando las citaciones en curso, DICTA, “que la situación de los juzgados no permiten la práctica en el sumario de otras y más diligencias”, y admite la citación de Javier de la Rosa Martí por “…y dada la indiscutible relación ya directa o indirecta de dicho testigo…”, que declarará UNA ÚNICA VEZ el día 11-01-81, SALIENDO TRIUNFANTE. Había endosado el muerto a los PERVERTIDORES DE SU PADRE.
Un JUEZ ESPECIAL que no hizo NADA, y ni menos CITARME. CERRÓ EL SUMARIO, ¡para eso lo nombraron!. UN JUEZ ESPECIAL QUE NO ESCUCHARÁ, AHORRÁNDOSE MIRARLE A LOS OJOS, A ALGUIEN QUE ESTARÁ TRES AÑOS EN LA CÁRCEL. Los jueces de la horca o los dominicos de la Inquisición presenciaban torturas y ejecuciones para gozar de su inmenso Poder (con excitación sexual incluida), pero a aquellos del franquismo la podredumbre del Poder de siglos anuló sutilezas, ¡ni se acercaban a La Modelo!.
Las citaciones a Hernández del Urquijo, empleados y cargos del Garriga y del Consorcio, de mi socio Parés, mis empleados y hasta un notario, Font Boix, para esclarecer mis muchos negocios y sociedades, o las declaraciones de dos de los vendedores reales de que ellos no habían cobrado, ni mucho menos, las cantidades reflejadas en los contratos adjuntados al sumario, repletos de falsedades como construcciones y cosechas (no eran los originales), mis denuncias y observaciones sobre el exageradísimo valor que el Consorcio declaraba en edificios, parking o naves industriales, o sea, de los 1.200 millones denunciados a los 10.000, quedarían sepultadas por el sumario y mis años de cárcel.
1981 alteraba mis prioridades. Primero trabajar, un “destino”, después arrancarle a Pascual Estevill, lo más y antes posible el dinero por las cobradas letras de la venta de la discoteca Charly Max, y por último vender lo vendible de mis muchas sociedades, algún piso o terreno de difícil venta. Los poderes concedidos a familia y empleados ayudarían, pero complicando el futuro. Quince años de trabajo, por la borda. Las tres tiendas de muebles con demasiada plantilla perdían mucho dinero, otro desastre. Y sin olvidar las urbanizaciones, que paralizadas, añadirían disgustos y más gastos judiciales. Recuerdo un comprador de un piso que consiguió entrar en los locutorios generales para exigir, entre el griterío, le firmara la escritura pública. Otra demanda CIVIL. Internet pasados treinta años refleja alguna de esas reclamaciones. Mis muchas promociones, a pesar de la campaña del PERIÓDICO publicando la afluencia masiva a los juzgados, acabaron con un solo juicio en 1992 donde se me declaró INOCENTE.
La prensa se olvidaría de LOS DEL CONSORCIO. Perdida toda esperanza, solo cabía “salir del patio”, superar al Director Camacho con su “nada de destino porque la prensa se me echa encima”. Y lo dicho, eso solo se conseguía “con dinero”. Por suerte las cifras del lugar, la corrupción de la casa, eran moderadas, por allí aun no pasaban los grandes magnates de las finanzas o la droga que el futuro le depararía, y por tanto si los precios de visitas por “jueces” o entrar paquetes con soltura se limitaban a invitaciones en el Bar Modelo, o que la propia Tina intercediera con sus amistades, un “trabajo” no costaría demasiado. Pero a los ocho meses, mi mujer ya había sobrepasado a la Tina y conseguido amistades propias. La Gran Pilar Pato, uno de los puntales de la Cárcel, la jefa del Departamento Especial. LA LETRADO JEFE, FIRMABA. La concesión de los GRADOS, el destino de los desgraciados una vez condenados. Un poder inmenso, aunque con escuálidos clientes. A los pocos que con algo de capital llegaban a la cárcel, una vez condenados, tras años, ya no les quedaba ni dinero ni a menudo familia. Rafael tendrás un destino “entre cancelas”. Lo inimaginable, el sueño de cualquier preso que no prefiriera los retribuidos talleres, cocina o panadería. Un pueblo de 2.600 individuos necesitaba de unos trescientos “destinos” y varios cientos en talleres “según trabajo”.
Composición de lugar. Los grandes enchufes. Primero, el patio exterior, inalcanzable, oficinas exteriores, para los condenados de mucha “confianza” y con cortas condenas, pero como todas las normas, con excepciones. Segundo, entre la primera y segunda cancela, unos pocos para los locutorios generales, la sala del imposible griterío. Tercero, entre la segunda y tercera cancela, la puerta al infierno, con, en la planta el economato central, almacén de suministros, “cocinilla de funcionarios”, gabinete de fotos y fichaje, y en el piso superior, locutorio de “jueces” y ruedas de reconocimiento, visavis y los despachos de Pilar Pato. Debería empezar por la primera cancela, desde dentro la tercera, aunque mi compañero de causa, Serena, después de una corta estancia en un chiringuito interior llamado “auxiliaría”, ficheros de galerías y celdas, traspasaría las cancelas y directo al patio exterior, costándole algún automóvil. Bruna, se buscaría la vida en Madrid, Hospital Penitenciario, donde extrañamente le destinaron por unos desarreglos intestinales.
Un trabajo, pasando la primera cancela a las ocho de la mañana tras el primer recuento y regresando a última hora del día cerradas las celdas, significaba huir del gran peligro interior. Un sueño que tras casi un año se me hacía inalcanzable. Máxime cuando la tensión amenazaba estallar. En la propia y pacífica Sexta, las autolesiones con gritos y llenando de sangre toda la galería, duras peleas, y algún muerto, como el del que por toda excusa alegó que la víctima le miraba mal, se sucedían con demasiada frecuencia.
Soñando con un trabajo tras las cancelas, el pequeño grupo de amiguetes se había ampliado. Por fin gente de “bolígrafo”. Los Baret, el famoso presidenciable del Barça, Pedro y Pedrito, padre, hijo y un director de agencia del Banco Central, con su extraña estafa a la Caixa, Banco y otros (ciertos ingresos por la tarde no fueron a las cuentas normales sino a sus bolsillos, unos 800 millones). Un Trías de la célebre familia, y su historia mejicana casándose con una sobrina ahijada del presidente y nombrado presidente del monopolio de Petróleos hasta que se descubrió su bigamia y los talones impagados en España. Juan Palomeras Bigas, el del Banco de Navarra, cliente de Juan Piqué Vidal (ya por los 70 80 no se dedicaba a los delincuentes de aluvión de sus primeros años de carrera) y mío, pues una de sus sociedades, y hasta el Banco, inició la contabilidad en mi centro de cálculo, un Sistema Tres de IBM, por los años 74, que además volveríamos a vernos en el 2003 cumpliendo condena, él por blanqueo a unos turcos de la heroína a través de una ONG, y yo por las letras a los bancos en 1983-86, y con toda la malicia del mundo intentando sonsacarle sobre su admirado y hasta divino Juan. Para más distracción se nos añadieron los secuestradores de QUINI, unos surrealistas soñando pasar del paro crónico de entonces a millonarios. Una chapuza de película italiana, y además simpáticos. Nada que ver con los secuestros de la ETA a quien quisieron imitar. El secuestro, el delito más complejo, sentenciaba Chueca.
Y a pocos metros, en la enfermería, iniciaba su desastrosa vida de cárcel en cárcel, hasta su muerte en una de ellas, Carlos Odena Savall, con una quiebra manejada por Piqué Vidal y el juez Fernández Oubiña por 12.000 millones, y que ningún medio en Barcelona publicaría. En su primera entrada tuvo más suerte que yo, porque, como TODOS los “casos económicos”, a los cuatro meses salió con FIANZA. Vidas paralelas, sin el mínimo contacto, con la diferencia que murió en la cárcel en el 2000, no sin antes denunciar las prácticas de sus verdugos y beneficiados a través de su abogado de oficio, Carlos Obregón, al que le costaría, esa y otras defensas contra el GRUPO, tiros, palizas, incendios, y hasta la vida por infarto cerebral. ¡Una pena no conocerle entonces!. Se inicia con la suspensión de pagos, en 1981, de su sociedad Mercados Económicos SA, presentada en los Juzgados de los magistrados Joaquín García Labernia y Carlos Penalva de la Vega. Los dos primeros jueces condenados en la Historia de España, y con solo repasar sus cuentas en los bancos españoles (no se molestaban ni en ir a Andorra), y tras su prisión también contratados (o asociados por intereses comunes) por el Bufete Piqué Vidal, que a través de una sociedad domiciliada en el propio Bufete, Compañía de Desarrollo y Financiación SA, absorberá la mayor parte del activo del Grupo Odena. Denuncia archivada en 1991, a pesar de que el SUPREMO ordenara su instrucción. Otra de las tantas víctimas del Bufete.



6. LA MODELO. 1981.

Pasó el tormentoso 23-F. Durante unas horas se soñó con reformas del Código Penal, o los indultos generales prohibidos por la Constitución, frecuentes en el franquismo, vaciando cárceles. Era imposible que la situación empeorara, y muchos vitorearon a los sublevados. Increíble que se vitoreara a la Guardia Civil, los “picoletos”. En una especie de Síndrome de Estocolmo quienes recordaban muy bien la extrema dureza de las cárceles o el sistema policial franquista clamaban por su vuelta. Con seguridad lo que pretendían muchos de los altos funcionarios, un problema más para justificar la vuelta a un Régimen dictatorial militar. La presión al máximo, la violencia franquista seguía, y ninguna de sus ventajas. A tener en cuenta que tan solo cinco años antes, en la DICTABLANDA del último Franquismo, había 600 presos, el soñado UNO por celda, máximo DOS, y se pasó a 2.600, de tres, el mínimo, los privilegiados, a nueve o diez el resto. Y ese franquismo homologándose en apariencia con las modernas y progresistas teorías de la reinserción, legisló sobre estudios sicológicos, grados penitenciarios, permisos, y hasta duplicando las redenciones con ordinarias para los que trabajaban, y extraordinarias para quienes no tuvieran trabajo. En la práctica se cumplían condenas ilimitadas en años en apenas días, o nada. Un nido de arbitrariedad y corrupción. Nacieron las JUNTAS DE TRATAMIENTO, donde en principio el CAPELLAN (con la Iglesia hemos topado, ¡y menuda topada!), sus informes y criterio, Don Pablo en la Modelo, dominaban donde después sería la LETRADO JEFE, Doña Pilar Pato, firmando Director, Administrador, Médico, Maestro y un Jefe de Servicios. Todo refrendado por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias en Madrid. Un acotado mundo de, por, y PARA FUNCIONARIOS. Y hacía tres años de los MOTINES, la más cruel represión que se recuerda entre los presos vivos. Si ahora, tantos años después, afirmo que no creí que el golpe de Estado triunfara, se me puede tachar de oportunista, pero así fue. El progresismo socialista a un año de las elecciones no formaba parte de la cultura del lugar. Por entonces una de las fugas, de seis, pistola en mano, simplemente por la PUERTA PRINCIPAL, atravesando las cancelas, empeoró la situación. Represión y palizas a destajo.
El “destino”, trabajo, no pudo llegar en mejor momento. Salir de la galería e incorporarme al Economato Central. Pura distinción. Un enchufe en toda regla, y conseguido sin más que mi mujer merodeando con la Tina y su amiga Pilar Pato. El coste lo valía. Conocería a los funcionarios y directivos. Hasta el momento la más larga de las conversaciones cuando el señor Navarro decidió que mi celda era segura para un violador, o el médico Baguñá me recomendara un expediente con alguna enfermedad que intercediera ante el juez de instrucción, amigo suyo, y según él dispuesto a una libertad con fianza, quizá la causa del nombramiento de un juez especial. Unos amigos del Clínico, decía, le recomendaron su intervención, y era verdad, unas amigas de mi mujer, que no perdía disparo.
Si el primer visavís después de meses de calentones a través de las rejas del “locutorio de jueces”, aunque de pie en un mohoso urinario, significó un renacer, el enchufe aseguraba la mejor de las posibles vidas en aquel gran manicomio, casa de los horrores, campo de concentración y sala de torturas incluida. Son más o menos las palabras del primer juez de vigilancia penitenciaria, Gómez de Liaño, al que recordaré varias veces en estos relatos sobre La Modelo. El amor no solo ayudó a superar desastres, creó sueños dentro del peor de los mundos imaginables, y dio sentido a la lucha por la existencia y la vida. Ella, tras veinticinco años, se niega a leer estos escritos, quizá suertes y desgracias al límite provocan dolores insuperables. Mi padre, jubilado de albañil, metido en los 80, con dos guerras, la de África del 21, tres años (tres hermanos y uno muerto participaron), y la Civil otros tres, en el bando perdedor, no superó ni aquella sala ni saberme en aquel lugar. Evidentemente, los Del Barco, no tenían suerte.
Sustituiría a Juan, un abogado condenado por desacato, y mis funciones, trabajo administrativo a las órdenes de Don Daniel, jefe de Suministros y Economatos, contador público, decía, y sus funcionarios, Don Mariano y Don Jesús, un buen hombre que aún está en el 2007 en Suministros, y además despachar a los pocos funcionarios de compras o tomando café. Desde el primer día clasifiqué el trabajo de pura esclavitud, pero procediendo de donde venía, ningún remilgo. Doce horas diarias a tope, y aumentando según Don Daniel valoraba que mi capacidad burocrática se hallaba a su altura. Completa administración y contabilidad, con infinidad de plantillas, formularios, listados, cuadres y controles de los economatos en el interior, y hasta libros oficiales, sin olvidar los intensivos y extensivos para Madrid. Mi experiencia de diez años en el Banco Comercial Transatlántico, banco alemán, y siete años de banquero “sui generis” en la Cooperativa de Crédito, daban sus frutos. Total, terminé “haciéndolo” todo, y hasta con un ayudante para despachar, al que por desgracia al poco decretaron fianza, y puesto que el jefe opinaba que cuantos menos mejor, seguiría solo. Adiós al ayudante, un profesor de los hijos de Don Daniel, en arquitectura técnica, involucrado, a mi entender sin culpa, en la quiebra de la Caja de la Vivienda, tema conocido por mí de años atrás por vocal durante cinco años de la recién constituida Unión Nacional de Cooperativas de Crédito. Un hueso, el jefe, pero sin duda complacido con mi trabajo, y aunque nunca me supuso más ventaja que el “destino” en si mismo, tampoco ninguna desventaja (por el momento). Un departamento donde en la actualidad trabajan SIETE FUNCIONARIOS con sus ordenadores y mil presos menos en la Modelo.
Primera sorpresa, las facturas y recibos firmados en blanco por los proveedores. Después de exhaustivo cuadre entre albaranes, partes del almacén de suministros, notas firmadas por cocina, y una extensa plantilla presupuestaria a tenor de 228 pesetas día por individuo, de un armario con puerta corredera tipo años veinte, salían las facturas y recibos firmados en blanco que yo debía rellenar cuadrando con el conjunto contable. Un traje a medida. Y a Madrid, cada dos meses, confeccionado TODO con la misma máquina de escribir. La cara debió traicionarme porque Don Daniel justificó el atípico procedimiento con la imposibilidad de cuadrar tanto movimiento, “Claro, claro, sería imposible”. Me planteé que si todas las cárceles del País aplicaban esa ciencia contable, ¡menuda la contabilidad nacional!. Recordé mi año en las oficinas del Batallón Madrid XXXI en el Castillo de Figueras donde existía una Caja B por la venta de “sobras” repartida “muy legalmente” entre los mandos. Sería verdad la fábula interna que la dirección y administración alimentaba una gran granja de cerdos a cargo de los presupuestos. Con granja o sin, los altos mandos vivían muy por encima de sus tristes sueldos oficiales, por lo pronto los que conocí tenían su “torre”, segunda residencia. Un negocio adicional los presos presupuestados y cobrados que no comían del asqueroso “rancho” y se alimentaban del Bar Modelo, los paquetes familiares, o la llamada “rutina” de los cabos de galería, vendiendo lo robado en la cocina a través de sus contactos.
Si los números cuadraban, a las muchas columnas de la alimentación se añadían unas muy simpáticas con los hidratos de carbono, calorías, proteínas y otras zarandajas de cada alimento, y ahí, a la corta, me despaché con inventos alterando incluso pasadas cifras de referencia. A ojeo, cantidades y sumas. Mi único callado grito de rebeldía. Si alguien comprobara en los archivos madrileños o en la propia Modelo las facturas falsas confeccionadas con la misma máquina o esas columnas justificando la absoluta bondad técnica de los alimentos, certificaría mi sorpresa. O preguntando actualmente a Don Jesús, o al administrador el “Cojones”, jubilado en la Jefatura de “Asistentes Sociales” en Vía Layetana, ¿?, pues Don Daniel y Don Mariano, ya han fallecido.
Pero si el trabajo me ahogaba todos los días de la semana y todas las horas del día, mi mujer me sorprendía continuamente. Según días y guardias, asomaba la cabeza en la cancela, y olvidando la comida de la Tina, traía la propia o recién comprada en la plaza, iniciándose una relación de amistad con el cocinero de la “cocinilla” de funcionarios, que durante los dos próximos años sería el “club social” entre “cancelas”, Un club formado por dos presos de Suministros, un “manitas” para todo (que por suerte alternaba sus chapuzas despachando en el economato), el ayudante del fichero de fotos y huellas, con un funcionario poeta, un ordenanza para el funcionario de la cancela, dos para el Departamento Especial de Doña Pilar Pato, pasillo de “Jueces”, y sala de visavís. Un club donde reinó la más posible de las concordias, sin recordar tropiezos. Un muy aceptable convivir a pesar de abarcar heterogéneos “palos” de la delincuencia. Drogas, falsificación de moneda, atracadores, hasta algún asesino, y por suerte ningún violador, que siendo los más modosos y cumplidores del orden interno, despertaban siempre la inquina del resto de los presos. Amén de los pocos funcionarios que comían en la “cocinilla” y los muchos de paso por el eje principal de la cárcel.
A continuación, sorpresas desagradables. Me citan a “jueces”, en la cabina para juzgados, y una joven funcionaria del Juzgado n. 4 inicia un interrogatorio y entre otras preguntas debo asignar bienes para embargar. “Señorita, primero aquí dice, ante mi, el juez…después ¿no cree que necesito a mi abogado para cualquier citación ante un juez, que además no está?”. “No quiere usted declarar…allá usted”. En un segundo pensé que mi situación ante ese juez especial, al que nunca vería, ya no podía ser peor, y en mi ignorancia creí que ante la negativa intervendría mi abogado Pascual Estevill. Si hasta aquel día la corrupción asomaba en el sumario, desde entonces intervino lo kafkiano. Me enteré que lo de “Ante mí…” era tan normal como el propio locutorio de “jueces” donde nunca vi un juez. Se me ocurrió otro estúpido pensamiento, ¿esta gente sabe que hace tres años se aprobó la CONSTITUCIÓN?. Jueces especiales, torturas, aquella cárcel, ninguna garantía judicial, negación de pruebas para demostrar mi inocencia, la amenaza por no declarar, la sombra del desacato, LA ARBITRARIEDAD POR TANTO CORRUPCIÓN TOTAL, formaban las virtudes de cualquier DICTADURA FASCISTA. Tras cinco años de muerto Franco, al dictador le sustituyeron sus funcionarios, y sin freno.
Faltaba por ver. El peso de la DROGA en el dinero circulante, el extraño descuadre entre recuentos interiores y número de presos según las oficinas de Administración, las entradas diarias de detenidos…las salidas al Clínico…las huelgas y motines… extraños traslados a manicomios, “terceros grados”, nuevas amistades… y Pilar Pato…



7. LA MODELO. 1981.

Comparar aquella Modelo al Holocausto Nazi es un despropósito, ¡pero no tanto!, si la liquidación de los ROJOS por el franquismo se basó en la aniquilación de todo un sector ideológico, y aún en comparación “reducido” el número de afectados, los métodos y “filosofía” fueron los mismos. Los “rojos”, separatistas, comunistas, masones o liberales (para despojar a los “no adictos” cualquier epíteto valía), delincuentes, quinquis, gitanos o “vagos y maleantes”, incluidos “maricones” y gentes de “mal vivir”, desde los “campos de concentración”, “obras del Valle de los Caídos”, o túneles de carreteras e hidráulicas, pasaron al sistema penitenciario del que nada se supo hasta 1977, cuando los motines. ¡Cuarenta años, nada menos! No es de extrañar que entrados los 80 las “hostias” y “torturas” en la Quinta y El Palomar, además del amontonamiento en celdas dejando en ridículo Auswisch o Mathaussen (no he visto en ninguna película dormir encima, a un metro, de donde se defeca), fueran normales. Una escuela de FUNCIONARIOS digna de sus maestros de siempre. Y tan enraizado el sistema del terror que la nueva POLICÍA, Los Mossos de Escuadra, o la masiva hornada de nuevos funcionarios de prisiones de la Generalitat, no se reprimen y sueltan sus furias interiores con frecuencia, no en vano JEFES Y COMPAÑEROS provienen de la “escuela anterior”, sin roturas. Pero el Pueblo, como en Alemania, incluido yo antes de traspasar aquellas CANCELAS, no queremos enterarnos. Mi desconocido y admirado abogado Carlos Obregón pone en boca de su cliente Carlos Odena en la denuncia del 91, la frase del Juez Fernández Oubiña, “que la verdad del Sr. Odena era un producto no creíble y la mentira de ellos era producto creíble”.
La Modelo y los Juzgados, o la Generalitat, ni mucho menos han mejorado tanto el panorama que se hayan superado aquellas barbaridades. Convengo que se ha maquillado mucho, pero sigue la base corrupta, los clanes ganando dinero, la perversidad entre la realidad y lo escrito. Ya entraré en CUATRO DENUNCIAS FALSAS, declarado INOCENTE EN DOS JUICIOS y sobreseídas otras dos, por falta de pruebas. Se repetía en mi mismo, pero entrados los 2000, el caso, normal entonces, de detener un atracador y cargarle todos los atracos posibles (solucionando denuncias y luciendo estadísticas de efectividad policial), probándose en el juicio que varios se realizaron estando el detenido en la cárcel en anterior condena. A Camacho, uno de los compañeros de gran parte de aquellos 80, de ahora no más de 50 años (de los pocos que viven de su generación y circunstancias), le endosaron por el sistema de la bolsa, la barra y la bañera, unos 90 atracos. Que 10 se demostrara no pudo realizarlos, no le libraría de la sentencia. “Si yo les hubiera firmado lo que quisieran, empezaba Diagonal arriba y en cualquier día podía hacerme todos los bancos…con solo enseñar la pistola te llevabas el dinero, sin medidas de seguridad…y ni menos recordaba cuantos y donde…”, me contaba. A mí, de “banquero”, nunca me atracaron. Una interesante vida la del tal Camacho, iniciándose de menor con la fuga de los 40 por el túnel desde el hueco de la base del ascensor de la enfermería a la red de cloacas. He oído a tantos de aquella fuga que los números y versiones después de decenas de años no me cuadran, y como se ha escrito suficiente, no entraré en ella pues no la viví.
Por suerte para la casta funcionarial y política franquista, la capacidad, productividad y trapicheo catalán, y extensible a toda España, había superado todos los límites soñados en su historia, creando una base media social con nivel de vida más que aceptable, y casi desapareciendo la absoluta miseria caldo de cultivo para la revolución de 1936, y a pesar de las muchas ideologías e intereses en juego, muerto Franco, se prefirió “pasar página” a tanto DISPARATE, ROBO Y TRAJEDIA, con solo unas descafeinadas manifestaciones callejeras. Los extremistas no conseguirían más. Así pues los métodos y formas continuaron. Además no todos creyeron, ni menos desearon que la TRANSICION cuajara, pero no se alcanzaría la tragedia que se respiró la noche del 23 F. TODOS COMEMOS, QUIZÁ DEMASIADO, y de circo de teles y fútbol los hay y había hasta taponar la capacidad mental y por tanto crítica de la mayoría. Los actuales PROGRES metidos a mediáticos superan en mucho el circo futbolístico del franquismo, cojo en cuanto al morbo de sangre y sexo (se cuenta que al semanario EL CASO se le limitaban a uno por semana los asesinatos), ni siquiera se era consciente de la brutal “violencia de género”. En los largos paseos por mi querida y bella ciudad he observado más colas en el SIETE PUERTAS que en los gratuitos comedores sociales. Y tras el rollo demagógico, necesario para entender La Modelo y la sociedad de 1981, volveré a mi mejorada vida en aquel especial submundo, en el envidiado destino de Economato Central.
Entre el trabajo, total y absorbente, la vida interior parecía lejana, pero mis continuas entradas a los economatos interiores me tenían al día, y por si fuera poco, los resultados pasaban ante mis narices cuando saliendo al Clínico huellaban a tres metros de mi mesa de trabajo. Yo, de estatua muda, sorda y ciega, pero mi memoria veintiséis años después es lo suficiente potente para reflejar los hechos que a tantos volvieron locos hasta el suicidio, incluyendo en esa forma de acabar con la perra vida, el drogarse, máxime cuando en la cárcel se prefiere las de mayor y rápida destrucción; la heroína, y de relleno el hachís. Un porro, una chuta, y a dormir. Vital ADORMECERSE HASTA LA INCONSCIENCIA. Si repito que aquella Modelo fue una fábrica de ZOMBIS y SIDA no me refiero a unos cientos…sino miles…y la PRODUCCION CARCELARIA se ha multiplicado, y entre tantos contrasentidos humanos la ciencia médica consigue que miles, decenas de miles, de individuos floten en la Sociedad hasta que su espoleta retardada hace estallar la bomba que como un terrorista suicida lleva dentro.
De entrada mi obsesión por la lógica de la simple aritmética, sin necesidad de ser el “microeconomista” que me achacaba la Policía, me dictaba que si los economatos vendían unos DOCE MILLONES DE PESETAS AL MES, y lo pagado por EL PECULIO, una especie de banco interno, unos VEINTICINCO MILLONES, entre los ingresos de familias y pagos por talleres, añadiendo las pelotas de dinero arrojadas desde la calle, los metidos entre paquetes, las rejas del locutorio de “jueces”, o por los de permiso, y puesto que el único gasto oficial se realizaba en los economatos, DOCE, TRECE o CATORCE MILLONES, se dedicaba al tráfico de drogas, y en mucha menor cantidad el juego y servicios sexuales. La droga, más que doblaba los legales, tabaco, cervezas, latas, mucho café y chocolate, un poco de “borne” verduras y fruta, y la preferida Cocacola a la Pepsi por la ayuda al subidón. 10.000 pesetas mes por individuo, o 20.000 teniendo en cuenta que más de la mitad o no recibían dinero o muy poco, son cifras muy moderadas y posibles. El máximo semanal LEGAL de 7.000 pesetas por preso dan una referencia, y las 1.500 del presupuesto oficial y contablemente gastadas por individuo y semana para alimentación ratifican la disociación entre la realidad y lo oficial. Un pastel importante para no despertar la ambición y necesidad de directivos y funcionarios, y si tenemos en cuenta los sueldos al uso y que el aparente total control era una fachada traspasable impunemente, no es difícil imaginar corrupciones, ya que el propio SISTEMA era una infecta chapuza.
Si los números no despertaron mi ambición puesto que las posibilidades, o sea, DROGAS, no cuadraban con mi personalidad, y además los “Don Daniel” se me hubieran echado encima (ya los tenía) como pasaba con presos traficando droga por paquetería, suministros, cocina y tantos métodos y maneras, a quizá no menos de un mes viví la primera de las “libertades” regaladas o cobradas por el Sistema, y eso sí me abrió los ojos y la ambición de libertad. Convencido de no obtenerla con fianza, pues nadie, ni mis abogados, deseaba que pusiera patas arriba el sumario, debía pensar en mi libertad por otros medios.
“¿Dónde está Juan?”. Uno de los tres juanes del almacén de suministros. “Se lo han llevado al frenopático de Santa Coloma”. “¿Qué estaba loco?”. “No, que va, más listo que el hambre”. “¿Y porqué al de Santa Coloma?”. “Toma, porque las vallas son bajas, y ni existe vigilancia”. El tal Juan estaba condenado a veinte años por asesinato. Yo no me declararía loco, ni enfermo, recomendado por el médico Baguñá. Pero si convencido que antes del juicio no me soltarían, y fiscalía y Ayuntamiento pedían DOCE AÑOS, por encubridor y cómplice del huido Antonio de la Rosa Vázquez, debía, primero insistir en el juicio, y después los SOÑADOS TERCER GRADO, y en el piso superior la recién amiga de mi mujer, Pilar Pato, la llave de mi futura y única posible libertad.
Cada día traspasaba la cancela canturreando su preferida “amor de hombre” de Mocedades, siempre con dos o tres funcionarios, y pedía café o que se lo subieran al despacho. Muy simpática conmigo. Con treinta y pico años, proveniente de Yeserías de Madrid, era la primera mujer que como funcionaria traspasaba aquellas rejas. Cara de pocos amigos, aunque siempre con la sonrisa. Un terror. Pequeña, más que yo, que ya es decir, pero tras aquellas rejas se crecía, ¡y de que forma!. Se agrandaba su importancia en mi vida, al paso que la mítica figura de mi abogado Pascual Estevill, apenas presente sustituido por su socio Soler Fisas, con grandes paréntesis entre visitas, se convertía en de una sospechosa nebulosa a un terrible cáncer a extirpar, alterando mis prioridades. Primero, Pilar Pato. Segundo, superar mi destino de “esclavo administrativo”. Entre tercero y segundo, cobrar y quitarme de encima a mis abogados, y ni por asomo sabía lo que el futuro me demostraría que después del ataque contra Javier de la Rosa, se pasaría a la órbita de Piqué Vidal, y lo peor dejándome a los pies de los caballos de los ya entonces poderoso dúo Piqué-De la Rosa, que aún aumentarían su Poder, con prioridad absoluta de ºº mantener fuera del caso Consorcio a Javier, y ni que por asomo apareciera Antonio, su padre. O sea, me había convertido en un peligroso enemigo, un peso que duraría veinte años. Y cuarto, procurar que mis negocios en el exterior (centrados en tres tiendas de muebles) no empeoraran o se mantuvieran. ¡Y encima dormía sin ni siquiera tomar una aspirina!



8. LA MODELO. 1981, 2º semestre

Si el 23-F, en mi entorno, conmocionó, surgiendo las reivindicaciones de reformas del Código Penal o del “sistema penitenciario”, durante todo el año creció y cuajó el discurso socialista. La solución, Felipe González. La palabra AMNISTÍA encerraba tantos pronunciamientos que se gritó sin demasiada distinción. La gritaban los franquistas corruptos, los “políticos de izquierda” fichados y con sumarios o condenas, y en la cárcel sonaba a solución FINAL. El humanismo progresista convertiría las prisiones en una escuela de reeducación, rehabilitación y reinserción. Lo de la educación no interesaba demasiado, el maestro solo tenía alumnos si se les prometía que aprender a “leer y escribir”, además de redimir como si se trabajara, formaba parte de esos “terceros grados”. Lo de la rehabilitación sonaba a chino, quien más quien menos soñaba repetir sus hazañas sin que le pillaran, y la “reinserción” se traducía por “calle”. Palabrejas impresas en el último franquismo, sin demasiado sentido y casi tomadas a broma, y que aquellos jóvenes socialistas convertían en algo serio, ¡si lo decía la Constitución!.
Pero la llave radicaba en Pilar Pato, y poco antes y aun en el capellán Don Pablo. Ir a misa los domingos, si con Franco era imposición, firmes y en formación, se convirtió en una pieza más del “buen comportamiento”, aparte de que rota la formación militar se transformó en un mercadillo donde se encontraban los colegas o clientes de otras galerías. Traté al tal Don Pablo, uno más de los que a diario pasaban por el Economato, imaginando mis maestros los curas del franquismo, o peor, la foto de mi tío en uniforme de capitán castrense del ejército de Franco, con insignias, correajes y pistola, que por suerte “avaló” a mi padre huido de la columna del Ejército de la República en su retirada a Francia. El “Carreras” zaragozano, mi familia materna, alcanzaría a través de su muy larga vida eclesial el cargo de Ecónomo del PILAR. La Santa Madre Iglesia formaba parte muy activa de lo peor del Franquismo. Pero sigo, con “amnistía” “reinserción” y “rehabilitación”, unidas a la prometida reforma del Código Penal, los socialistas se convertían en el centro de las esperanzas. Si ganaban, todos a la calle. Ya las varias leyes tras la muerte de Franco, entre indultos parciales, por “temas políticos” (muchos atracadores politizaron sus atracos, a recordar el del BANCO CELTRAL de Plaza Cataluña por delincuentes muy conocidos en La Modelo donde en principio soltaron el nombre de Tejero el del 23-F, a mi entender en una confusión de principios políticos), o simple borrón y cuenta nueva del Franquismo, ilusionaron por la posibilidad de nuevas del mismo tenor si ganaban los socialistas. La prensa por fin hablaba de las cárceles, y no solo de peligrosos motines con gente por los tejados, que nadie quería ver por las calles, sino recurriendo al HUMANISMO. El sentimentalismo, argumento muy demagógico. Si los de izquierdas abrieron las puertas de La Modelo en la revolución de 1936, ¿por qué no ahora?, aunque algún leído aguafiestas contestara con el fusilamiento masivo en Paracuellos de los presos de Madrid.
Felipe González y Alfonso Guerra, la libertad. Pero a un año de las elecciones, la podredumbre interior no admitía espera. Las treinta o cuarenta celdas de castigo en la Quinta Galería, las palizas y el Palomar, el número de presos creciendo, no contendrían la situación. La solución de más cárceles y celdas, con el arreglo de la Primera destrozada por los “menores” trasladados a la “Trinidad”, aligeró, pero las entradas superaban en tanto las salidas que poco se notaba.
Y la vida “entre cancelas” que durante un año se convirtió en toda mi existencia, aun metido en la aburrida burocracia, de aburrida no tuvo nada. Cito de nuevo al primer Juez de Vigilancia en Barcelona, Gómez de Liaño, incorporado ese año, 1981, para entender y reforzar mis partidistas afirmaciones. Dice en su libro, “Los jueces enviamos gente a la cárcel pero nos desentendemos de ella. A pesar que intuíamos que algo grave ocurría entre los muros, nada sabíamos”. No le voy a insultar, pero se lo merece. Mi juez “especial”, no es que se desentendiera, es que ni me vio la cara, pero él se refiere a la situación en La Modelo, desmintiéndose cuando se pregunta por el resultado de las muchas denuncias. ¿Muchas denuncias y no sabían que ocurría?.
Ya lo creo que ocurría algo “grave”, y él, algo relatará veinte años después, pero guardándose lo más, e incluso creándose la aureola de contribuir a salvaciones. Por aquellos días si la idea de mi libertad vía Pilar Pato sustituyó las esperanzas generales de “golpes de Estado” o las próximas elecciones ganadas por los socialistas, descubrir las inmensas porquerías no solo me creaban el pánico que por ignorancia nunca tuve el primer año de “galería y patio”, sino que me involucraban en el tenebroso ambiente. Tomé conciencia que para el resto de presos yo era, además del “caballista” del Consorcio, un privilegiado, y por tanto chivato, al tiempo que los funcionarios la tomaban de que su TOTAL DOMINIO de la situación, por la prensa y la incierta e inestable Política, se convertía en un gran peligro. Las denuncias, por torturas, incluso muertes, no prosperaban, pero se admitían, existían, algo inaudito poco antes. Recuerdo el terror a INTERVIÚ, a la que yo consideraba tan corrupta como la propia Modelo.
Si a los tres o cuatro meses, dominada toda la mecánica administrativa, me sentía en el mejor de los mundos posibles, a pesar de muy consciente de mi esclavitud, las situaciones conflictivas surgían con demasiada frecuencia, y una de las peores las miradas de Don Daniel intuyendo que a mí “no me la pegaba”, aunque dispuesto a tragar todas las ruedas de molino. “Don Daniel aquí dice que hay… X presos, y en este otro parte…”. “Bueno, si ya…entre la Administración y los partes internos…hay una diferencia…”. “¿Y yo que pongo?”. Aquel verano se alcanzó la cifra de 2.400, y subiendo.
Como con las facturas, muy suspicaz él, debí traslucir cierta socarronería. “Eso viene de lejos, de cuando los motines…cargaron a saco las furgonetas…yo ya lo digo a la Dirección…pero nadie corrige sus números”. Pero en las cuentas a Madrid de dos meses antes la diferencia era diferente, con una sospechosa fuga. No contesté, ni menos hice la observación de “no tan lejos”. Fugados y no comunicados, me resultaba una posibilidad extraña porque utilizaban las varias fugas como argumento de pocos funcionarios y mal pagados (más creíble que las propiciaran), así pues me inclinaba que en esas orgías de palos se les quedaban más de uno, dos y tres. La posibilidad no era una sospecha propia, era otro de los muchos rumores internos. Convencido de que cuando por fin DERRIBEN LA MODELO, saldrá algún hueso y no de los tiempos de Franco, donde no necesitaban tapujos para hacer desaparecer un cadáver. Si allí robaban, y en los juzgados dominaba la corrupción, ¿por qué no iban a comunicar como fugado a alguno o varios de los muertos en una paliza, cuadrando los números a conveniencia, al igual que con la contabilidad?. Sin forzar la imaginación tomé conciencia que desaparecer podía ser más fácil de lo que en principio pudiera suponer. Así pues, callado, servil, y a trabajar.
Aparte del suspicaz Don Daniel, que aparecieran cartones de tabaco llenos de hachís en el almacén de suministros, o que los continuos recuentos en los economatos interiores dieran diferencias, con autoría discutible, no contribuía a la paz que yo buscaba. Señalar posibles chivatos o autores podía significar un accidente con cuchillada inclusive o la “quinta galería”. Un gran chollo los economatos internos donde sus encargados ganaban más “legalmente” que un funcionario, entre otras, por la simple diferencia del coste de los cafés a lo admitido por tarifa oficial. Un pacto no escrito admitía la ganancia, pero eso no quitaba que sobretodo por la droga el costo vital sobrepasara todo beneficio y los desfalcos se produjeran con frecuencia. Alguno ni traficando “sabía ganar dinero”. Sin olvidar el prestamismo con garantía de relojes o cadenas de oro. Todo un peligroso movimiento de dinero que convertía mi privilegiado lugar de trabajo en una bomba…


9. LA MODELO. 1982.

Escribe mi querido ex juez Gómez de Liaño, además de lo de que su profesión de Juez o Magistrado era tan “prestigiada” (un prestigio basado en el absoluto silencio dictatorial, o sea, el terror), “Director incluido, se les notaba el empeño por restar importancia a las pésimas condiciones de vida carcelaria y en multiplicar las “virtudes” del sistema”. “En definitiva podía detener los abusos. Los de todos. Los de algunos funcionarios y también los de los líderes de pabellones o módulos. A veces, fuese por el papel de confidente que jugaban estos, fuese por prácticas degeneradas, unos y otros iban de la mano”. No detuvo ningún abuso. A los cuatro meses dejó el cargo. Es de suponer, concediéndole sus escrúpulos y moral, que gente como el Director Camacho en perfecta sintonía con el Presidente de la Audiencia, Alfonso Hernández Pardo, tan virrey con mando en Plaza que se había reservado mi Caso Consorcio, se lo quitarían de encima. Repito, las muchas denuncias por torturas y muertes no prosperarían, ni menos nadie ajeno a la Institución metería las narices. Quizá después de la descrita visita al Palomar dejarían de utilizar el famoso aguarrás que inyectado en una pierna sustituía brotes esquizofrénicos por abscesos y aberrantes dolores. Las prácticas degeneradas continuarían. Un estudio del número extraordinario de suicidios, que nunca se hará, revelaría lo corriente de esas prácticas tanto en los reales por desesperación como en las muertes transformadas en “voluntarias” por corrupción funcionarial.
Y si las salidas al Clínico, en alguna ocasión con cadáveres que morirían oficialmente fuera de prisión (hoy en día el juego es más sutil con unas rejas en el Hospital de Tarrasa donde se pasa de penitenciario a civil con solo abrirlas, o los de Sida terminal entregados a “organizaciones religiosas y sociales”, cobrando, para aplicándoles la libertad con el art. 90, mueran fuera de prisión), me confirmaban la suerte de haber escapado del Interior, las entradas diarias, no eran menos expresivas. Si los viejos del lugar, Juan el de Suministros, me aseguraban que ahora la policía pegaba menos, no por eso ingresaban cada día unos cuantos del promedio de veinte con evidentes muestras de “malos tratos”. Iniciada la moda de justificar las contusiones en el atestado con la “fuerza necesaria” para su detención, o autodefensa por la agresividad del delincuente. Un gran método el policial franquista, con la gran ciencia del “hábilmente interrogado” no había acusado que se resistiera, todos confesaban, todos los delitos encontraban su culpable, y si por las torturas se les bloqueaba el cerebro, con añadir algún testigo de su cosecha, ¡investigación y caso resuelto!. Con razón los juicios se resolvían en “minutos”.
Me interesaban más las entradas y salidas de gente de “bolígrafo” que lo sucedido a los de otros “palos” de la delincuencia. Si la Policía no renunciaría fácilmente al Sistema, que además les aportaba el beneficio del Terror creado y la rentabilidad de hacerse con productos del delito, sumando la adicción y placer generado por la propia violencia, tomaba conciencia que los profesionales “abogados” no les andaban a la zaga en “ilegalidades”. Lo digo, porque si ya las sospechas sobre los míos subían de tono, aumentarían al tropezarme con Pepe Bella, detenido por venta de cuadros falsos. Su amistad y relación con mi socio Parés, el administrador del Hotel Ritz, y la historia con un policía de estafas, y de éste con el abogado Juan Piqué Vidal, me iniciaba en otra arista de mi caso. Pepe sabía mucho sobre el Consorcio, aunque era evidente que revolvía lo leído en la prensa, lo escuchado en el Ritz, y podría que hasta inventos propios para agarrarse al clavo ardiendo de ese Rafael que parecía el rey del lugar. En futuros encuentros me agradecería mi intercesión para que le situaran en la Sexta, por lo demás lo normal para un primario de estafas. Un simple comentario con el preso de “auxiliaría” derivaría a una u otra galería al recién ingresado, todas a rebosar, pero entre la cuarta y la sexta había un abismo. Para mi desgracia le decretaron fianza antes de profundizar. Sobre orgías y “tráfico” en el Ritz, algo se publicaría en el futuro involucrando a “personajes madrileños” viajando a Barcelona ex profeso, y que el amigo José Luis de Vilallonga soltaría en sus escritos. Tito, a tenor de Pepe Bella, se había desmadrado.
Con Pepe aun departiría sobre el ambiente creado en el hotel desde conseguido por una de mis operaciones financieras, con asociación incluida, hacía cuatro años. Con solo unas capas de pintura y purpurina se elevó el nivel de ocupación, resucitando con el antiguo nombre “Parrilla del Ritz” el ambiente nocturno. Además de los cuadros, falsos, mezclados con verdaderos de expositores de discutible fama pagando las salas y la propia estancia y comida, surgía el tema “droga”. La noche barcelonesa preparaba su gran boom, y si algo viví en el “Charly Max” y lo vivía desde mi excelente atalaya entre “cancelas”, esas conversaciones me lo confirmaban. “¿Y de los Casas del Canari de la Garriga?”. “Todos falsos, el dueño que alardeaba de los cuadros pagados por el pintor para comer, los había vendido porque el restaurante decayó con los años, y sustituido por copias. Tito compró el restaurante creyéndolos buenos, los tiene entre los otros…alguien picará…ahora hace muchas exposiciones en el Ritz”. “Recuerdo las conversaciones de compra, el viejo dueño decía que con los veinticinco millones a plazos no se cubría ni el valor de sus Casas, yo no quise entrar en la operación, a pesar de convencido que si Parés levantaba el hotel también el restaurante de enfrente, cuya decadencia fue pareja con la del Ritz…pero había ocurrido lo del cuadro falso, que echó por tierra mi pretendida asociación para comprar el hotel con Antonio de la Rosa y Serena…”. “¿Y las relaciones con su abogado Pascual Estevill?”. “El Ritz debe años de alquileres, y la propiedad no consigue el desahucio porque Pascual tiene amistad con el juez…o sea, ya te digo, está en sus manos”. Su amistad con jueces no me sacaba, y mal asunto que mi socio “estuviera en su manos”. Años después, por el 95 (Tito murió en el 92, alejado de mi vida), Pepe se reía señalándome en una charla exposición sobre Dalí las célebres litografías firmadas en blanco. Además en el intelectual coloquio se hallaba su policía amigo. “Todo falso”, decía, añadiendo entre risas y comentarios la ya célebre colección y museo Thyssen. “Ahora tengo unos bodegueros riojanos que me compran pagándome con vino, ¿quieres comprar vino?”. “¿Buenas marcas?”. “Desconocidas, pero Rioja”. Tan falsas como los cuadros, pensé.
La importancia de Juan Piqué Vidal tomaba cuerpo. Mis compañeros de cárcel, Pedro Baret, el del Barça, y Palomeras Bigas, el del Banco de Navarra, le alababan hasta el endiosamiento. Mal tema si sus clientes los De la Rosa lo lanzaban contra mí. La simple corazonada que me dictó renunciar a sus servicios y acudir a Pascual Estevill se materializaba. ¡Y aun no lo asociaba con mi abogado!, un dúo mafioso que se agrandaría hasta diez años después cuando Pascual Estevill consiguiera la Magistratura y su fulgurante carrera Judicial. La magnitud del enemigo era tan apabullante que si bien ya no “podía ir a peor”, la prudencia era obligada. Había metido la pata, primero renunciando a la defensa de Piqué Vidal, después atacando a Javier de la Rosa, y ahora solo cabía salir del enredo.
Muy distraído atender al Vaquilla cuando se tragó una cuchara y retenida en el esófago esperaba salir al Clínico. Y más cuando la guerra en la Tercera entre negros y moros, donde cobraron también los sudamericanos, entonces muy pocos, por confusiones racistas. La Tercera, la de los “guiris”, estalló, y no por reivindicaciones, sino por conflictos entre clanes de diferentes razas. En uno de los treinta heridos marqué con rotulador no menos de veinte puñaladas. El Juez Gómez de Liaño cuenta en sus memorias que impidió la entrada de los antidisturbios. Se referirá a otra ocasión porque en aquel cisco entre los negros de la tercera planta y los moros de la segunda, entraron a saco. Me impresionó, sentado en lo alto de la escalera que conducía al locutorio de jueces, observar la formación en el ancho pasillo en espera de la orden de entrada. Los disparos con bolas de goma solucionaron muy rápido los disturbios. Tres carros de cocina llenos de primitivo armamento salido del hierro de los camastros, la Quinta (de sancionados) a tope, y los heridos por unos y otros, en nuestras manos, tendidos en el suelo del pasillo hasta que llegaran las ambulancias. “Marcar los pinchazos con rotulador”. Entre los heridos descubrí el desgarro de las pelotas de goma. Una pequeña muestra de lo sucedido en los motines del 77.
Por suerte lo de improvisado enfermero no era frecuente. No es que me impresione la sangre, o el aspecto de tanto desgraciado ante mis narices, pero añadir más ocupaciones a las habituales hubiera sido francamente imposible. Me afectó más el violador de niñas, derramada una olla con agua hirviendo, su bajo vientre quedó destrozado. Las paellas de los domingos, tras un frontón con Koldo de la ETA o Camacho, con la excelente materia prima traída por mi mujer y los verdaderos alardes del cocinero de la cocinilla de funcionarios, se agradecían.
“Ana, me has de sacar del economato…”. “Pilar me dice que estás muy bien, ¿dónde quieres ir?”. “Al patio exterior, Serena está allí, se ve con Pili, mejor que nosotros…”. “Si, pero lo veo casi imposible…él se lo ha montado con ese funcionario, el “Ricitos”, que además lo tiene enchufado en Automóviles Serena e instalado en el apartamento de la Atalaya, y un Jefe de Servicios, y algún coche regalado más arriba…”. “Ya lo sé, pero estaríamos mejor en el destino de visavís, o con la propia Pilar…”. “Estoy en ello”. No añadí que una botella de vino aparecida en la primera galería creó un pequeño terremoto. Me preocupó más que alguien me señalara sin culpa que la importancia que Don Daniel le atribuyera, pues desde el primer momento Don Jesús apostó por creerme. Renunciaría unos días a comer con vino. Demasiado protagonismo, y por tanto, envidias.
Las pasadas navidades y fin de año demostraron que el pequeño mundo entre cancelas nada tenía que ver con el interior. Aunque con las tristezas propias de la separación familiar, y la conciencia clara de cada circunstancia, se podría asegurar que un grupo de unas quince personas entre funcionarios de guardia y presos celebraban las fiestas con unas mesas tan bien surtidas que dejarían en ridículo las de la mayoría de hogares españoles. Casi un despropósito, tras año y medio de cárcel mi situación traspasaba el concepto de privilegiado, y tenía claro que podía mejorar muy mucho, simplemente con alcanzar el sueño de ordenanza en visavís o de Doña Pilar. Un sueño que podrían alterar los socialistas en el Poder Absoluto, ganadas las elecciones…


10. LA MODELO, 2º semestre 1982

El bingo, y las comidas en el Bar Modelo de la célebre Tina, con la Letrada-Jefe Doña Pilar Pato, proporcionaron a mi mujer las horas de intimidad suficientes para el próximo paso a lo que yo consideraba, además de acabar con la esclavitud del economato, un destino más opaco, ordenanza de visavís o de Doña Pilar. Un lugar catapulta para el “tercer grado” tras el juicio con petición de doce años por la Fiscalía, el Ayuntamiento y el Consorcio de la Zona Franca. Que absolutamente todos los casos vividos por conocer a sus autores, o supuestos, en prisión, tan complejos como el del Consorcio, caso Baret, donde la Caixa ingresaba irregularmente 500 millones en una agencia del Banco Central repartiéndoselos con el director, el multitudinario y multimillonario de los Seguros Sociales con 40 detenidos (único e irrepetible en Barcelona, acabado tras más de una década en un descafeinado juicio donde nadie entró en prisión), y todos salieron con fianza, y encima de la mano de mis abogados, Pascual Estevill, y Eduardo Soler Fisas, con su cuñado uno de los detenidos, Gerente de Punto Blanco, capitaneados por Juan Piqué Vidal, me confirmaba que los del Caso Consorcio debíamos buscarnos la libertad por el simple camino de la corrupción del lugar, por lo demás más barata que en los juzgados. Si alguien pagaba, y mucho, para que nosotros no saliéramos, y encima mis acusadores los Socialistas detentaban el Poder Absoluto, y con el Presidente de la Audiencia presidiendo la Sala juzgadora cuando ya había decidido sobre nuestra continuidad en la cárcel, y por lo tanto condenaría (un pastel que él se lo guisaba y comía), los doce años los tenía asumidos al año y medio de prisión. Lo de “Sala contaminada”, o sea, que el juez que instruía y decidía la prisión no juzgaba, obligado por los varios juicios perdidos por el Reino de España en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, no se había puesto de moda. Así pues el único posible camino a la libertad partía del piso superior al Economato.
Aquel año además de los tortuosos expedientes de la Oficina Técnica, se dieron varias fugas. Que recuerde dos por el tejado a un camión, otro por la basura, y la más espectacular el túnel de panadería. Los de la ETA, un grupo de cinco con Koldo a la cabeza (el indiscutible campeón de frontón), lo intentaron, pero el servicio de información, los chivatos, alertaron a tiempo. De hecho era imposible escaparse a las miradas del perfecto sistema de vigilancia y terror. Pero extrañamente los había que lo conseguían. Pedro, el panadero, no logró pasar por el túnel, su gordura se lo impidió, pero sí el Xiqui, ex kíe del juego y droga de la Sexta. Se escaparon seis, pero el picoleto de la entrada reconoció a Xiqui, con dos guardiaciviles muertos en su currículum (él estaba vivo de puro milagro tras pasar por todas las torturas clásicas), y le descargó una ráfaga de cetme, que tampoco acabó con él. Siempre me he preguntado que hacía Xiqui en la panadería, o como desapareció tanta tierra a través de los sacos de harina amontonándose y tapiando la pared agujereada. No menos de diez metros de túnel llenarían de tierra toda la panadería. Si Xiqui en teoría no podía salir de la Cuarta donde le destinaron tras un paso por la Quinta, y lo del volumen de tierra no tenía respuesta para mí, tampoco la tenía el continuo trasiego a la vecina lavandería, que un maricón barriochinoso al más puro estilo del Paralelo de los 50, la Martirio, tenía convertida en una casa de putas con sus pupilas, varios travestis. Unos montones de mantas entre máquinas y otras de cortinas y separación de quita y pon constituían la decoración de tan especial burdel. Los mismos funcionarios que persiguieron en teoría a machamartillo la homosexualidad en el franquismo permitían la situación, completando con el cine dominical el ambiente del Barrio Chino. El pequeño patio donde convergían panadería, lavandería, geriatría y una pequeña galería en obras, la Séptima, se convirtió en un muy curioso mundo aparte, donde lo mismo se escapaban que se celebraban banquetes de langostas (proporcionadas por unos mafiosos franceses) al horno acompañadas de los mejores vinos, y de paso unas rayas. Curiosos esos franceses que precursores y amigos del Vacarizzi muerto de un disparo desde el exterior, aportaron a la cárcel tanto dinero y droga que desde el primer momento se convirtieron en los reyes del lugar, anticipándose a lo que años después supusieron los colombianos. La Martirio moriría atracada en una operación de drogas, sin librarse del SIDA, que tanto ayudó a propagar.
Con los años he repasado la gran incidencia del juego en mi desgracia. Si el bingo de doña Pilar significó no solo un excelente año dentro de lo posible, la ludopatía descubierta muchos años después de mi abogado Luis Pascual Estevill, y como pequeña muestra la cena en el Casino de San Pere de Ribas del día anterior a mi detención, sumó en mi desgracia. Una buena baza para Piqué Vidal y Javier de la Rosa la debilidad por el juego del abogado de quien eligieron de víctima, considerando que ellos eran letrados, socios y financieros, entonces, de Arturo Suqué, dueño de Casinos de Cataluña SA.
Un año muy caliente para mí. En orden interno era difícil mejorar la situación. Ana me visitaba muy a menudo. Los visavís, aunque incómodos, de pié, los había casi a voluntad. La comida y el ambiente inmejorable, pero en mi fuero interno sabía que al año de Economato, a primera vista de todo el movimiento carcelario y aquel mejunje de números tan hábilmente cuadrados, exigían una salida en silencio y por el foro.
Si sorteaba bien la vida diaria, entrado 1982 se crearon dos situaciones que por si solas elevaban más si cabía mi capacidad de dominio del “estrés”, por peligrosas, y que otras posteriores sobrepasarían. Una, el traspaso por sorpresa de mi destino del Economato a “ordenanza” de Doña Pilar Pato. A Don Daniel no le sentó nada bien que quien se había convertido en su perfecta máquina contable, sin consultas previas, a las ocho de la mañana le dieran la orden de sustituirlo. Salió disparado a la Dirección. La escena la recordaré toda la vida, y sé que quien vive y la presenció, Don Jesús, también. El poco tiempo de su ausencia, me sentí en “capilla”. Don Daniel era uno de los hombres poderosos de la cárcel, que abortara mi pretensión y descargara su ira contra mí, más que posible. Ignoro que sucedió en el despacho del Director Camacho, pero quedó claro que el poder de Doña Pilar Pato estaba por encima del de Don Daniel e incluso del Administrador “El Cojones”. ¿O el Director les convenció que no era conveniente, dado la evolución política, que un preso supiera tanto sobre los números de la casa?. Sea como fuere, por toda despedida me soltó un “Ya me dirá usted Rafael (siempre me trató de usted pero con el nombre de pila por delante) cuánto le ha pagado a Pilar…”. Mi contestación sobre que entendiera que debía buscar mi libertad, además de mi comodidad en la cárcel, no fueron argumentos, ni me extendí demasiado en convencerle. Un gesto agrio y se acabó. Recorrí el ancho pasillo de entre cancelas hasta la escalera que conducía al locutorio de “jueces”, al visavís y a los despachos de Doña Pilar, a velocidad de vértigo, hasta reunirme con el “ordenanza” de locutorio y visavís, Camacho, mi joven contrincante de frontón.
La otra situación, más compleja, si cabía. Había llegado el momento de quitarme de encima al sinvergüenza, mi abogado Luis Pascual Estevill. La gota que desbordó el baso no sería ni siquiera sus negativas a liquidar lo que ni de lejos se le entregó para minutas, la liquidación de las cobradas letras de la venta de la discoteca Charly Max, ya pagados además por minutas unos ocho millones de entonces. Muchísimo dinero para el resultado a la vista, pero además las fábulas ciudadanas le hacían íntimo de Juan Piqué Vidal, y los demás abogados del caso, como el de Bruna, el catedrático Octavio Pérez Victoria. Todos al unísono argumentando la absoluta negativa del Presidente de la Audiencia el Excelentísimo Alfonso Hernández Pardo, y dueño del Caso Consorcio, a dictar libertad con fianza, común en todos los demás casos económicos. La clave y excusa, un recurso de competencia al Supremo. Hablado con Ana, “Rafael convéncete, vosotros sois unos pajaritos”. Yo ya estaba convencido desde antes que el juez admitiera ni siquiera mi procesamiento, por la simple lectura de la denuncia presentada por Ayuntamiento y Consorcio, no así mis compañeros de causa. Convenimos con Ana recurrir a otro abogado, y antes de que se pusiera de acuerdo con los demás, o sea, se vendiera, le enviamos al Supremo. No eran ni rumores ni mi mujer, simple intuición, allí, en Madrid, descubriría algo.
La sorpresa fue mayúscula al descubrir, no algo, ¡nada!. El pretendido recurso que según los abogados, y no solo el mío, sino Octavio Pérez Victoria, y Federico de Valenciano, un viejo fiscal militar, el de Fernando Serena, excusa de las negativas a la libertad con fianza desde hacía UN AÑO, no existía. En el Supremo no se recibió, o por lo menos nadie sabía de su existencia. Pasaría casi otro año hasta que leyera el 8 de Marzo de 1983, en El PAÍS, la noticia de que una limpiadora tiró a la papelera los “particulares” del recurso del Caso Consorcio de la Zona Franca. Era evidente que estaba rodeado y defendido por verdaderos gansters, mafiosos de despacho, sinvergüenzas sin límite, y aun no habían alcanzado el cenit de su carrera, los 90.
El 7 de Mayo Pascual Estevill entregaba a mi mujer la carta de renuncia a mi defensa. Nunca leí en la prensa esa renuncia. En el 82 porque ya se escribía poco sobre el caso, y siempre al dictado de los “otros” (nunca ningún periodista habló conmigo), y pasados muchos años cuando se escribió, primero del famoso Juez azote de la burguesía, y después como extorsionador y corrupto, se añadía en los muchos artículos y reseñas biográficas que me defendió hasta en el juicio (libro del exitoso periodista Félix Martínez). Ni que decir tiene que di por perdidos varios millones de pesetas. Inicié pues el segundo semestre de 1982 sin abogado, pero fuera del Economato. Un año por delante que dejarían en ridículo las corrupciones contables. El ancho pasillo del piso sobre el de entrada a la cárcel, donde se encontraban las cabinas del locutorio de “jueces” y en frente las “técnicas” de “clasificación” tras la condena, superaban en mucho la inmoralidad de las corrupciones de la planta baja.
Mi amigo Camacho se ratificaba en que había conseguido el mayor chollo imaginable. Ni patio exterior, ni gaitas. Limpiar la oficina, subir los cafés a Doña Pilar y Don Antonio, e ir por las galerías a avisar y traer a la oficina los cuatro o cinco presos citados para su estudio psicológico y jurídico, total, un par de horas. Después le ayudaría a fregar los largos pasillos y sala de visavis. A cambio, poder comer con Ana (según guardias), y después meterse por varios de los rincones (él ya tenía un colchón en el pequeño espacio de las ruedas de reconocimiento). Pero Doña Pilar, por desgracia para mí, desde el primer momento me destinó a otros trabajos. De nuevo una vieja máquina de escribir.



11. LA MODELO. 2º semestre 1982.

Mis tres años de Modelo, mejor dicho, los dos años diez meses y veintiún día pasados en aquel antro que por si solo definiría la gran corrupción que tras una fina capa de fariseísmo creado por dos milenios de civilización romana envuelve mi querida Barcelona, se dividieron en tres partes de más o menos un año tan diferentes que bien se podría asegurar pasados en mundos alejados. Unos muros y pasillos creando situaciones dispares, sin parecido alguno, aisladas, pero siempre con el mismo decorado y sus desgraciados habitantes.
Primer año. En expresión del lugar, “tirado en el patio”, por la simple razón según el director que la prensa se le echaría encima de conceder algún privilegio o destino a los millonarios “caballistas” del Caso Consorcio. Pasé aquel año transitando por un campo de minas pero sin que me alcanzara explosión alguna. Más espectador que actor, mejor dicho, de víctima espectadora, como si lo que me rodeaba no fuera conmigo, aunque lo fuera y mucho, intentando meterme a lo tortuga bajo el caparazón de mi retomada afición a escribir. Horas de camastro y sentado en el patio, escribiendo, miles de hojas, un largo novelón, que veintisiete años después no me atrevo ni a ojear.
Segundo año. Tras intensa labor de Ana se me concede el gran enchufe del Economato Central, donde trabajaría más que en cualquiera de las siniestras oficinas imaginables, y por el mismo camino me libero de la esclavitud y consigo mi soñado cargo de “ordenanza” de la “amiga de mi mujer”.
Y el tercer año. La recoleta, silenciosa y muy siniestra sección de Doña Pilar Pato. La Oficina Técnica, donde no se aplicaba ninguna técnica, y si escribiera lo que realmente pienso y siento de aquel sujeto femenino, me llevaría al Juzgado, donde años después le declararían inocente. Por si me quedara alguna duda que el “hombre es un lobo para el hombre”, entendiendo que la palabra hombre resume los dos géneros de la humanidad, me bastaría aquel sujeto para entender la malicia y depravación a la que puede abocar el Poder. Don Daniel, me resultaría un burócrata sin sentimientos (decían que presenció la ejecución de Puig Antich), pero inocuo, aislado en su burbuja, comparado con mi nueva jefa, o propietaria diría. Y si el abuso de Poder sobre los débiles refleja los grados de depredación y depravación alcanzable, sobre desgraciados entre rejas vilipendiados hasta la más inimaginable abyección, traspasa cualquier concepto.
La más completa visión de aquel siniestro lugar creado tras los motines de 1977, ocurridos por creer que aquello de la Constitución y Democracia iba en serio, como en las películas. El Gobierno Suárez destinó a Barcelona lo peor, más duro, más franquista, amoral y corrupto de lo encontrado a mano entre los ya muy corruptos y amorales de los funcionarios de las prisiones franquistas. Cuando años después pregunté a amigos de infortunio que fue de aquel CAMACHO, el director, todos contentos de su muerte por cáncer. Pero Barcelona debe más al Gobierno Suárez. La plaza no podía escapársele de las manos, y con la excusa que la calle hervía, algaradas sin más porque nadie pretendía un 1936, nombró a reconocidos duros franquistas en la Policía y Audiencia, asegurando la continuidad que tan rentable resultaría a los llamados “SOCIALISTAS” o “CONVERGENTES DE PUJOL”, pero también las torturas en los casos Viola, Bultó, La Escala, y miles más, con las condenas de los países realmente democráticos, y del Tribunal de Estrasburgo.
Y si además de retirarme “entre cancelas” de la primera línea de fuego, conseguía una de las primeras reconstruidas celdas de la Séptima Galería, unas veinte apartadas, donde en tiempos destinaron a los militares o gente del mundo oficial, y en otros fuera la cárcel de mujeres, mi ilusión de desaparecer se haría realidad. No sería tan sencillo, allí viví el peor y más peligroso de los momentos de mi vida. Y rompería más normas interiores, la Séptima se destinaba a los ordenanzas del patio y oficinas exteriores en un intento, decían, de aislarles para que no traficaran con el interior, pero a mi nueva jefa, esas minucias no le afectaban. Una tontería lo de aislarlos, que la Séptima diera al pequeño patio de geriatría, panadería y lavandería (la casa de putas), al que se accedía una vez traspasada la última cancela pero antes de llegar a la Rotonda Central, por lo tanto apartada del meollo interior, pero en un centro neurálgico con la cocina, me situaba igual que en el economato en medio del “tráfico”.
Celda nueva, con tres o cuatro compañeros. Tenía un inicial inconveniente, la ventana daba a la cocina. El calor, muy de agradecer en invierno, no así en verano, con los olores y grasiento humo impregnando tanto el aire que las palomas, tomando el lugar por la segura comida, terminaban tan impregnadas que se morían en una interminable agonía. El ancestral amor carcelario a los animales impedía cualquier eutanasia y el espectáculo parte integrante del lugar.
A los tres o cuatro días, con Ana inauguramos el pequeño cuartucho de las ruedas de reconocimiento. Colchón y sábanas limpias, ¡faltaría más!. Hacía dos años que no disfrutábamos de esos lujos. Creo recordar que ya no lloramos como el primer día que nos besuqueamos entre los barrotes del locutorio de jueces. Dos años endurecen, pero si suelto la vulgaridad que el amor lo puede todo, quien me lea, sonreirá y hasta quizá subvalorará la descripción. Nos amamos intensamente, y descubrimos que nuestra vida podría entrar en una hasta normalidad. Quizá el morbo del lugar magnificaba lo conseguido. Comer en las vacías oficinas de Doña Pilar, y después una siesta, sin que nadie pudiera ni sospechar que hubiera una pareja. No era diario, según la guardia, pero sería tan normal como cualquier de las idas y venidas en el locutorio de “Jueces”. Aquello duraría casi un año. Un intenso año, y no solo por el amor.
En primer lugar me extrañó que unos días antes nombraran a Camacho, mi compañero de Sexta y frontón, ordenanza del visavís. Condenado a docenas de años por noventa atracos, con causas pendientes como la fuga de los 40, no le hacían acreedor de un “enchufe de confianza”. Un magnífico enchufe, pero fuera por la causa que él alegaba, haber salvado la vida al funcionario que descubriendo el túnel de enfermería sus compañeros de huída pretendieran matarlo, o por lo que fuera, con el tiempo descubrí un gran compañero, que no podría zafarse ni de la cárcel ni de su propia existencia.
Por desgracia al primer día de mocho, cafelitos o bocadillo, le sucedió una vieja máquina de escribir, parecida a las Underwood de mis primeros años de auxiliar en el Banco Comercial. Doña Pilar, según su versión, impartía clases de Criminología y yo le copiaría los apuntes. Soñé con tener a mano las secretarias que durante años me mecanografiaban cualquier carta o documento, pero si bien ya no las tenía ni mano ni en mis oficinas, vacías tras encarcelarme, aquello era peor que los formularios de Don Daniel. De difícil explicar que si bien la contabilidad del Economato me retrotraía a más de quince años atrás dejando de ser un triste “contable” para pasar al mundo de los “negocios” con mi creciente Caja General de Crédito, Sociedad Cooperativa, ahora me trasladaba a veinticinco copiando letras de cambio todo el día. Terrible, odiaba las máquinas de escribir, además de nunca haber sido un mecanógrafo, no superé el aporrear los teclados con solo los índices de cada mano. Pero las circunstancias obligan, aunque a los pocos días pediría a Ana una solución. Alguien de fuera, aunque primero debería conocer con detalle las idas y venidas de Pilar para que no se enterara de mis “soluciones”.
“Pero Rafael… ¿Qué da clases de Criminología...y que ella es abogado, y firma como letrado?”. “Eso es lo que me ha dicho y yo lo he visto en los papeles”. “Lo de abogado nada…y lo de las clases… más bien recibirlas, pues según su madre nos contó comiendo en el bar de la Tina, le faltan unas asignaturas para acabar Derecho”. “!Qué cosas…le seguiremos el cuento…es abogado…licenciado en Derecho, criminóloga o lo que sea…pero lo que está fuera de duda es que tiene un poder inmenso…si ella dice que “a viajar”, o sea, a penales, pues eso…a penales, o tercer grado. No le será difícil acabar la carrera…por de pronto ya he visto a varios abogados…tratar con ella…e incluso al gran catedrático Octavio Pérez Victoria…el abogado de Bruna…”.
Al mismo tiempo que a través de Ana medraba para que mi lugar en la cárcel fuera el mejor posible y encima en el adecuado para preparar mi futuro tras una segura condena, los acontecimientos exteriores, la Política, incidían y mucho en la vida interior de la que solo casi me había zafado. Si el triunfo socialista de Felipe González, con el nombramiento del Alcalde de Barcelona, Narcís Serra, mi acusador, de Ministro del Ejército, y su segundo y amigo en la alcaldía, Pascual Maragall, delegado del Ayuntamiento en el Consorcio de la Zona Franca, ascendía a Alcalde, no solo reafirmaba mi cárcel, reiteradamente pedida por ellos, sino que me daba por segura la condena, en el interior, significaba la “solución final”. No lo sería tanto, aun deberían empeorar más las cosas con el número de presos hasta los 2.600 y pico.



12. LA MODELO. Sigue 2º semestre de 1982.

Debía nombrar abogado, y si el ambiente político socialista me alentaba el pesimismo, y aun ignorando entonces la participación de Javier de la Rosa, de grado o por la fuerza del chantaje, en la financiación del PSC y del PSOE, decidí unas consultas con quien creía al margen de luchas políticas, el catedrático de civil Francisco Fernández de Villavicencio. Otro error. Ignorar los sutiles lazos en la profesión y política local me conduciría de nuevo a otro callejón sin salida. Mi admirado profesor en el Instituto Bancario, con quien en mi vida profesional contacté un par de veces, me recomendó a Gonzalo Quintero Olivares, un joven socialista consolidado y prometedor. ¿Socialista?. La teoría, mi teoría, inducida, era cortar el fuego con más fuego. Pero no funcionó. Otro año por delante, hasta el juicio. E igual que con Pascual Estevill, pasarían muchos años para entender mis funestos nombramientos. El futuro demostraría que en mis tres defensores privó más la voluntad de los poderosos que me tenían retenido para encubrir y culpar de un desfalco que no había hecho, y a la vez beneficiándose política y financieramente de que los del “Consorcio” estuvieran en prisión. Si para lo único que quería yo un abogado “socialista” era para que me sacara de allí antes del juicio y en libertad preparar una defensa que a buen seguro me salvaría de aquel embrollo, el nombramiento fue inútil. Pero mi mayor desilusión, superando la de no obtener la “imposible” libertad con fianza, o la de la condena a lo pasado en prisión, al fin y al cabo la soñada libertad, además de no aportar nada en el juicio, sería leer 20 años después sus íntimas relaciones profesionales con mi ex abogado y ya juez Luis Pascual Estevill. Deduje, ya tarde, que si eché en brazos de Piqué Vidal a Pascual Estevill, después al club se añadió mi tercer abogado en el caso, aunque todos ya tenían buena amistad y relación desde la Facultad.
A pocos días del nombramiento mis pequeñas ilusiones ya se habían desvanecido. Gonzalo aportaba un socio, Francés Jufresa. Los dos brillantes, su dominio de conceptos y artículos apabullaban, por más que a mi la palabrería dejó de impresionarme ya años atrás, pero la del joven Jufresa me gusto menos al traslucir conceptos como “es que vosotros los urbanizadores”. Reblandecer creando oscuridades. Un tema, las urbanizaciones, que por si tuviera pocos, no me olvidaría por más que yo pretendiera desentenderme. Las gestoras de las dos grandes urbanizaciones donde me veía involucrado ya hacía tiempo que políticamente habían enderezado la situación de sus “ilegalidad”. Yo no era el “urbanizador”, una serie de situaciones financieras tras la absorción de la Caja General de Crédito, Sociedad Cooperativa, por la Caja Ibérica, y de esta por el Banco Central, me situaron de administrador y avalista de la Urbanizadora Zona Rústica San Llop, en Tordera, y Can Fornaca, en Riudarenas. Que cinco años después intentara demostrar a mis abogados que yo no era el “urbanizador”, una inutilidad. En favor de Jufresa diría que el tema urbanizaciones se congeló, incluso se convenció y me convenció que se sobreseía el caso, el único penalmente abierto, Can Fornaca. Diez años después, resultó que estaba muy vivo.
Cuando los cimientos de un caso, o casa, se basa en arenas movedizas, o sea, todo mentiras, los equívocos se producen en cadena, y el de Jufresa pura minucia. Otro con más enjundia me había demostrado un año antes que en los altos medios financieros de Barcelona el tema Consorcio seguía el camino del puro disparate. Me llaman al Centro. Un notario. Caso insólito, transgrediendo todos los reglamentos del lugar y leyes afectando mi situación. El Banco Central me comunica que mis cuentas se han liquidado sin saldo ni a favor ni en contra. Yo calculaba que de la liquidación de la Caja Cooperativa, con mi aval, por las urbanizaciones y hasta por el movimiento muy posterior con varios negocios y promociones inmobiliarias los saldos negativos sumarían un par de centenares de millones, pues, en un milagroso acto de bondad, me perdonaban las deudas. Deducción, en la dirección general no querían verse involucrados en negocios con “Del Barco”. Una ingenuidad por mi parte ese pensamiento, lo que no querían era verse involucrados en una operación con el Consorcio que aún citada por el Periódico no trascendió. Quizá compensaron lo que perdieron conmigo con lo que habían ganado con Antonio de la Rosa, también varios cientos de millones por unas naves industriales financiadas y construidas por el “Grupo Central”, o aledaños.
Dos o tres conversaciones, a pie, en el pasillo, y me dije que en cuanto abogados, seguía sin tenerlos, eran más de ellos que míos. El sumario, cerrado, no se admitirían más pruebas, nada que hacer. La libertad con fianza, ni pedirla, puesto que anticipadamente se sabía que no se concedería, así pues, aunque me costarían más baratos que Pascual Estevill, solo cabía ver su actuación en el juicio, que evidente, tras los años pasados en prisión, me condenarían a lo que pedían Fiscalía, Ayuntamiento y Consorcio. Si lo presidiría el mismo que obstinadamente negaba la libertad, el resultado se veía claro. El juicio, puro trámite, y más el recurso al Supremo. Por primera vez oí hablar que podríamos recurrir a Estrasburgo, al Tribunal de Derechos Humanos. No había pruebas, ni para retenerme en prisión y menos condenarme. Eran simpáticos los jóvenes socialistas, ponían velas a todos los santos. Si tenía que recurrir a Estrasburgo, como ya varios de los condenados de entonces, aviado estaba. Si doce años, con dos, tres o cuatro de preventivo, se podían cerrar tras condenado con un “tercer grado”, lo de Estrasburgo me sonaba mal, muy mal, pero no discutiría mis planes con mis nuevos abogados. Silencio, y si hablando de Estrasburgo me preparaban para perder el aun lejano juicio, yo abriría otros frentes.
Y mi situación en la cárcel, no solo mejoraba, era inmejorable. Los apuntes de Doña Pilar los entregaba a Ana y una mecanógrafa exterior los mecanografiaba. Y si me libré de clases y apuntes de Criminología, algo aprendí de los sanos principios que ni de lejos regían en la casa. Otro tema, los formularios que rellenaba la “criminóloga”, y que firmaba como “La Letrado Jefe”, sin ser ni criminóloga ni menos letrado. No me libraba tan fácil, pues las más de las veces los mecanografiaba con ella esperando, pero con ello contentaba también a Don Antonio, el único funcionario de la sección, que se quitaba de encima su único trabajo.
Y si en el economato cuadraban hasta los hidratos de carbono, proteínas y calorías, ahora el formulario de “clasificación penitenciaria”, era otro cantar. Si la base del economato, con sus facturas falsas, y su perfecto cuadre, permitían al selecto grupo dirigente un vivir muy por encima de unos sueldos oficiales de pura miseria, aunque hubiera beneficios añadidos, como vivienda o economato, aquellos formularios admitían un juego total respecto a la distribución de “beneficios penitenciaros”, e indiscutiblemente allí la firmante jefe, si bien se manifestaba dueña del lugar, parecido a Don Daniel, solo era la punta del iceberg, y por encima o debajo flotaban los mismos que en los economatos, la Dirección, la Junta de Tratamiento, y algo remoto pero presente, Madrid, la Dirección General. Otra de las coincidencias, nunca nadie se opuso a las cuentas de Don Daniel, aunque todas las facturas y recibos de proveedores se confeccionaran con la misma máquina, y nunca nadie dejó de firmar el libro de actas de la Junta de Tratamiento, siempre todo ratificado en la Dirección General. Un Poder monolítico. Y eso me llevaba a la conclusión que un tercer grado “pactado” con Doña Pilar, iba a misa. No cabía duda sobre la perfecta simbiosis. Allí funcionaba perfectamente, el “hoy por mi, mañana por ti”, o sea, cada uno de los firmantes aportaba sus “pupilos”, y todos contentos. Suponer que en Madrid incluirían en sus presupuestos, los Presupuestos Generales del Estado, a doña Pilar por titulada superior y le pagaran como simple oficinista, pura minucia. Y si ya funcionaba un Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, aquel año nunca supe de su existencia. Para mí, el primer Juez, Javier Gómez de Liaño, existió cuando veinte años después leí sus memorias donde se rasgaba las vestiduras por lo que descubrió en aquella Modelo.
“Ana esto ya es el colmo…hasta el test de Rochas…”. “¿Y qué es eso?”. “Esas manchas de tinta china por la que los psiquiatras o sicólogos definen personalidades…pura patraña…además que ella…no es nada…”. “Cuidado no vayas a meter la pata…tú sí a todo, es tu única oportunidad en la vida…sino…a viajar”.
Por lo visto lo de “a viajar” Pilar lo soltaba en su ambiente preferido, el bar de la Tina. Allí familias, y hasta abogados, incidiendo primero en Tina, pasaban a departir con Pilar, y no se cortaba un pelo. Y aun dentro del “a viajar”, había “grados”. No eran lo mismo los penales de Puerto de Santamaría, Ocaña o Santoña. Del de alta seguridad de Extremadura, para muy peligrosos, primer grado, ni se hablaba, y menos del geriátrico en Cuenca o Teruel, no recuerdo, donde acababan sus días quienes viejos olvidados y sin raíces no se librarían del Sistema Penitenciario. Cadenas Perpetuas, y en casos, sin nunca juicios.
Si mi única relación con el interior de la cárcel consistía en ir por las galerías a sacar a los cuatro o cinco diarios que una vez juzgados Doña Pilar “clasificaría”, la situación interior, me demostraría que ni eso podía hacer. En una de las celdas de la Cuarta con ocho reclusos, para salir entero, tuve que prometer un favor que nunca haría. Mi nuevo lugar de trabajo conectaba con abogados y visitantes por las cabinas de jueces y eso despertaba ideas. Yo podía coger dinero y paquetes y pasarlos al interior, y encima sabían que ningún funcionario me cacheaba al pasar las cancelas. Prometer suponía no solo no volver a la Cuarta sino alejarme de cualquiera de los circuitos por donde pasaran los amigos de los “airados”. Le entregaría al “cabo” una copia de la lista de los citados y él se encargaría de situarlos en la cancela de la galería. El “servicio” me costaría veinte duros cada semana. Una situación delicada, porque si sabían muy bien que intentar utilizarme no comportaba peligro alguno, los kíes se enfadaban no solo por “chivarse” sino por no obedecerles. Y en un momento donde el grupo dirigente de la Cuarta combinaba de nuevo conceptos políticos (se rebautizaron con el viejo nombre de la COPEL, presos en lucha) con el tráfico y dominio de su galería, cualquier negativa pudiera ser muy peligrosa. Que encontraran diferentes caminos para sus contactos y suministros paliaría el enfado pero no olvidarían.
El cuarto trimestre de 1982, con completa saturación, 2600 individuos, donde 800 ya eran demasiados, y sin los más elementales servicios de comedor, limpieza, enfermería, más la aplicación desaforada de la fuerza para contener lo abocado a otros motines mucho peores que los de 1977, y donde la ARBITRARIEDAD JUDICIAL era absoluta, sin topes de instrucción de sumarios (la mayoría de los presos cumplían gran parte o la totalidad de la condena como preventivos), resultó dramático. Continuará.



13. LA MODELO. Sigue 2º semestre de 1982.

La presión alcanzada en el verano del 82, no solo por el calor agobiante de aquel año, sino por las consignas socialistas que nadie parecía dispuesto a ni siquiera considerar después de varios meses de Gobierno Socialista, reventó el último trimestre del año, amenazando 1983. Se hablaba abiertamente de una nueva edición de los motines, multiplicándose las autolesiones, y alguno se subió de nuevo a los tejados. Amnistía y juicios rápidos, se pedía. Si en 1977 los motines fueron más políticos que prácticos, los presos se tomaron en serio lo de la Constitución y poco menos reclamaban los derechos que las películas atribuían a toda Democracia, entonces el número de presos y por lo que me contaron la violencia oficial era mínima, ahora se juntaban los dos conceptos, la vida interior era un sufrimiento total por la masificación y carencias más elementales, y la Justicia no funcionaba. Un año muy activo en la Quinta, el Director Camacho, solucionador de los motines del 77, aplicaría su fórmula, palizas a destajo de madrugada. Entre las continuas peleas y navajazos y los métodos para mantener el terror el trasiego al Clínico era constante.
Mi nueva celda casi el doble de amplia que las normales, con dos compañeros más que aceptables (mi compañero de causa Serena y el director del Banco Central del Caso Baret), pintada, duchas nuevas y limpias a mano, con mi mujer en una relación de casi vida normal, me convertían en ajeno a todo suceso del interior. Mi única preocupación, la libertad tras el juicio, que aunque podría tardar, creaba cierta esperanza. Pero de donde menos se esperaba, saltaba una liebre.
Uno de los continuos visitantes de Doña Pilar era el joven y recién contratado médico, el doctor Ginel, a tiempo total, o eso decían, no como Baguñá que aparecía entre sus varios empleos. Le conocí bien y hasta comimos juntos varias veces en la cocinilla de funcionarios. La Enfermería había dejado de ser refugio de cuentistas y enchufados, aunque el nuevo médico aportara su granito o granazo de arena, demostrado en su condena cuatro años después por ingresar en el Banco Guipuzcoano, donde andaba de “relaciones públicas” el marido de Doña Pilar, un talón de 200.000 pesetas de un preso en proceso de “clasificación”. Pero eso ya es futuro. Decía que la enfermería tan utilizada para diversas historias, se convirtió en de “verdad”. Nadie pedía su “refugio”, la tuberculosis, toda la escala de hepatitis, sífilis, venéreas y sus rápidos y numerosos progresos degenerativos, aconsejaban ni acercarse, ¡y aun no se había inventado el SIDA!. Yo en mi ignorante ciencia médica lo relacionaba todo con la droga. Si la mitad de una galería con setecientos individuos se inyectaba sin más cuidado que lavar la aguja con limón o lejía (productos que tampoco abundaban), al deterioro de la heroína, a menudo mezclada con yeso de la pared, y normal con aspirina, se añadían todos los virus y bacterias imaginables. La anemia, con sus cuerpos esqueléticos, no procedía de la falta de alimentos, rancho y de la “calle” llenaban de sobra cualquier estómago. En un país que ya había un médico por cada mil habitantes, allí dos mil seiscientos, en la peor de las circunstancias imaginables, en principio uno a tiempo parcial. Una suerte añadida, nunca lo necesité, aunque pretendiera hacerme cliente para una supuesta enfermedad.
Si ante Don Daniel disimulé mal mi sorpresa por las facturas y recibos en blanco firmados por los proveedores, las dos hojas en ciclostil que se utilizaban para clasificar a los penados no me provocaron ni frío ni calor, dos años en aquel antro borraban los posibles sentimientos, pero unos años antes aun era peor. El trabajo de la primera y única psicóloga, criminóloga y jurista, sin titulación alguna, lo realizaba Don Pablo, el capellán, y con unos razonamientos convertidos en la práctica en puros burocratizados tópicos se decidía el futuro de miles de personas. Montones de esas hojas, sin más orden que su amontonamiento día a día en el suelo de un pasillo tras las oficinas “técnicas”, me entretuvieron algunas de las muchas horas de soledad del último año de mi prisión. Un montón que desde el suelo alcanzaba mi pecho y otro mi cintura, aguantándose apoyados en un ángulo entre paredes, pueden dar idea de los miles de folios que guardaba tan peculiar archivo.
La Inquisición en estado puro, pensé. Si los juicios se decidían partiendo del atestado policial con culpabilidades obtenidas por palizas convertidas en tortura si no se obtenían las declaraciones al gusto del comisario (con razón la Policía era la mejor y más efectiva del Mundo), y en la comisaría o en el juzgados aparecían “adecuados” testigos, y después de por fin condenados, la mitad de los ingresados en prisión se pasaban gran parte de su posible condena en “prisión preventiva”, es decir, sin ni siquiera juicio, y para rematar el proceso, un cura, franquista y retrógrado, decidiría el remate final, el panorama de la Justicia se puede asegurar que era tétrico. Ni que decir tiene que la “pobre gente” lo pasaba muy mal. Pasó a menudo que del consabido se “entra por una puerta y se sale por la otra” se podía entrar por un delito menor, o inocente, y pasarse la vida en la cárcel.
De la hoja, en su mayor parte ocupada por las firmas de la Junta de Administración y Tratamiento, se pasó a las dos de Doña Pilar. Se iniciaba con tres o cuatro líneas de la sentencia, describiendo el delito, estafa, robo con o sin fuerza, violador, pederasta, homicidio, asesinato, con remarcado “homosexual” de serlo o parecerlo…etc… A continuación la interpretación del test de Rochas, las famosas manchas de tinta china en unas cuartillas, tan vistas en las películas de blanco y negro, añadiendo lo de “desestructuración familiar”, marginal, alcohólico, drogadicto. Doña Pilar también tenía estereotipados los “profundos estudios” psicológicos surgidos de la interpretación de las manchas, sobre las que todos comentaban que solo veían coños abiertos. Catalogué el dichoso test en otra de las muchas estafas que flotan por la humanidad. En definitiva era tan fácil encuadrar las diferentes personalidades y circunstancias vitales como en los horóscopos o las cartas astrales, a las que era tan aficionada doña Pilar que un preso hábil en ese trazado de líneas en el cosmos obtendría un buen enchufe en el patio exterior. Se añadía una valoración de 0 al 10 de aptitudes, agresividad, labilidad, arraigo familiar, etc… y tres o cuatro líneas de recomendaciones sobre el individuo, o sea, su clasificación en primer, segundo o tercer grado. En “primer grado”, lo peor, partiendo de su comportamiento en la cárcel, o la atrocidad del delito. Imaginar el futuro para un individuo en primer grado es tan terrible, entonces y ahora, que si por el delito nunca justifiqué la pena de muerte, y no por no merecerla, sino por no otorgar a nadie, léase Estado, la atribución de aplicarla, después de ver a los de “primer” grado, elegiría para mi la muerte antes que alguna de las circunstancias sufridas en esa clasificación, y como con la muerte, nadie debería tener tanto poder sobre un individuo. El general “segundo grado” comportaba el “a viajar”, con penales de más o menos valoración, todos querían ir a Santoña y nadie a Ocaña o el Puerto de Santa María. Y el “tercer grado”, los menos, la libertad. Una gatera por donde se colaban los pocos con dinero o “relación social” que llegaban a ese estadio del proceso penal. Así me lo demostraba el trasiego de abogados, ocupándose de sus clientes “de pago”.
Viendo lo visto, mis esperanzas en Doña Pilar dejaron de cuadrar con las de mi mujer, por más que me callara. Con los socialistas en el Poder, un proceso bastante lógico que me condenaran a los doce años pedidos, y alguien, por encima, se interesara por el cumplimiento sin escapes. Si Narcís Serra, mi acusador, ya Ministro del Ejército, se imponía como en las peticiones de libertad con fianza, aviado estaba, por mucho que mi mujer cuidara la recién amistad con Pilar, el futuro sería “viajar”. Un remate digno de una acusación falsa y torticera, y aun no sabía lo que el futuro pondría ante mis ojos y los de toda la ciudadanía sobre los personajes clave en aquel desfalco y proceso. Me preguntaba cuantos de mis compañeros de infortunio eran inocentes, y su condena encubría los delitos de otros, o la simple solución arbitraria policial y judicial, que hicieron de España el país con más alto porcentaje de casos solucionados. Los de los asesinatos de Viola, Bulto y el incendio de la Escala, los casos más célebres entonces, lo repetían en todas sus conversaciones. Y ni comento las del caso del Aceite de Colza, todo un engendro, donde lo único cierto mil muertos, y miles de años de cárcel. Quizá los únicos aceptando su culpa, cogidos con las manos en la masa, los secuestradores de Quini.
Recordaba mucho a uno de los del primer año de patio, un raterillo que tras cuatro años de preventiva, y sin abogado, ni se preguntaba cuando le juzgarían. Ordené a Pascual Estevill que se interesara por el individuo descubriendo que su sumario en Villanueva y Geltrú no existía porque el juzgado se destruyó en un incendio. Le soltaron de inmediato, aun conservo la carta de agradecimiento desde un pueblecito de Castilla. Ese recuerdo, la desaparición en el Supremo de nuestro recurso, los dos años de prisión preventiva, la negativa absoluta del Presidente de la Audiencia, Alfonso Hernández Pardo, a conceder la libertad con fianza, marcaban demasiados hitos para el próximo camino de mi vida. Al “Rafael hemos de conseguir que os juzguen, se lo insisto a Gonzalo…y después el Tercer Grado y a la calle…”, yo afirmaba, aunque más escéptico cada día. Tampoco compartía su fe en el nuevo abogado, Gonzalo Quintero Olivares, su única labor “cobrar las minutas”. Con los años me he preguntado si durante más de un año no se enteró de las íntimas relaciones de sus compañeros de partido (donde él por lo sabido pesaba y mucho), capitaneados por Serra y Maragall, con Javier de la Rosa, los miles de millones obtenidos, el doble juego de mi ex abogado Pascual Estevill, y como mínimo en sintonía con mis escritos iniciales dejar constancia. Y encima él se colocó entre los primeros amigos de mi ex abogado.



14. LA MODELO. 1983

Si tardaría muchos años en entender el porqué de aquella tortura, o sea, las relaciones financieras de los Socialistas, Serra y Maragall, la acusación, con Javier de la Rosa, el real culpable junto a su padre del desfalco en el Consorcio de la Zona Franca, el inmediato devenir de la prisión, aun un tanto escondido en las dependencias de Doña Pilar Pato, la “Oficina Técnica”, ¡menudos tecnicismos los que se aplicaban!, se me mostraba clarísimo. La Cuarta con 700 individuos, multirreincidentes, el lumpen, amontonados en celdas de nueve metros, siete, ocho o nueve presos, y las había visto hasta de diez, sin apenas nadie en actividad alguna, con el patio estallando en continuas peleas, y con unos cabecillas resucitando las viejas siglas de los motines de 1977, la COPEL, Coordinadora de Presos en Lucha, iniciándose huelgas de hambre y multiplicándose las autolesiones, en progresión ante la reticencia funcionarial a aplicar las soluciones que acabaron con los motines, o sea, el terror sin límite, el panorama se mostraba transparente, aquello estallaría. Si la Tercera, extranjeros y más o menos delincuentes primarios, después de la entrada de los antidisturbios, se apaciguó, la Cuarta, el segundo semestre de 1982, no solo amenazaba, sino que saltó de acciones individuales, o de pequeños grupos, a masivas.
En la primera huelga de hambre de toda la prisión se demostró la capacidad de crear tensión, eslóganes, y adhesión. Nadie pasó hambre aunque se rechazara casi todo el rancho durante unos días, y muy pocos entraron en la enfermería, pero se evidenció una segunda lectura, la posición de la Dirección y funcionariado. El Socialismo, para los funcionarios peligrosas consignas progresistas, amparado por los propios vecinos que a los últimos alaridos por palizas en la Quinta salían al balcón sin retenerse en sus gritos de ¡asesinos!, ¡asesinos!, con algún que otro comentario en la prensa, y hasta el propio Xirinachs rondando ante la puerta principal sin que lo detuvieran, lanzándole a un estercolero, como antes, les tenía desconcertados. Hubo días que ni entraron a las galerías. Los kíes campaban a sus anchas, y los duros del funcionariado soltando sin recato que ellos lo solucionaban en un plisplás, repitiendo la fórmula de los motines del 77, entrada a saco de los antidisturbios, selección a dedo de los revoleras, y a la furgoneta, no sin antes ablandarlos a palos.
Pero lo dicho, había una evidente diferencia con 1977. Si entonces surgieron por convencidos que la Democracia les otorgaba el derecho a reclamar reformas de la Justicia y del trato carcelario, ahora a lo mismo se añadía las no solo pésimas, sino indescriptibles, solo comparables a los campos de concentración nazis o las vistas en películas de lo peor del tercer mundo, condiciones de vida. “El expreso de media noche”, la más célebre entonces película de “cárceles”, era una broma comparado con la Cuarta. El Sistema, basado en unos veinticinco funcionarios de guardia ¡para 2600 presos! con sus incondicionales los “cabos” y red de chivatos, con duras actuaciones (palizas y torturas) al más mínimo conflicto, y las había a diario por la extrema situación, y por contrapartida, una pirámide de presos, en muy variadas circunstancias y retribuciones, manteniendo con su trabajo el deficiente y en apariencia perfecto funcionamiento, no encajaría con las proclamas y la realidad social. La Democracia, muy descafeinada, española, no aguantaría demasiado tiempo denuncias en cantidad, y lo peor, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y la prensa extranjera situando España entre uno de los países donde la tortura era poco menos que habitual. Los socialistas solucionarían la situación, aunque por el momento nadie adivinaba de donde iban a sacar tantas cárceles y funcionarios para en principio aligerar la primera de las tensiones, el hacinamiento.
Y surgió lo nunca visto en prisiones, un político madrileño, el fiscal Martínez Zato, se reuniría con los llamados la COPEL, todos de la Cuarta, los kíes del entorno de los Ugal, los Cuenca, el Julián, el Vaquilla y primos. Las varias reuniones se celebraron en la sala vacía anexa a las oficinas de Pilar Pato.
Una sorpresa en las reuniones, la presencia en alguna del célebre abogado Juan Piqué Vidal. Le estreché la mano en el pasillo. No me cabía duda de su incidencia en mi prisión, y tampoco ignoraba “su peso en la Ciudad”, por lo tanto mordiéndome la lengua le sonreiría. Su despacho ya no se dedicaba al “penal” como se entendía en la cárcel, el de sus inicios, defender a la delincuencia, solo el “penal financiero”, de ricos. Sabría de las reivindicaciones de sus antiguos clientes, incluso entendía su lenguaje y maneras, pero tenía mis dudas de a quien representaba allí, y tampoco creía que un fiscal “franquista”, por muy socialista que se declarara, encajara en las reivindicaciones a favor de los presos. Los autoelegidos de la COPEL, se mostraron contentos. Jamás imaginaron ser interlocutores de nada, y menos reunidos en una sala como representantes “oficiales”. Primera victoria, la tensión disminuía. Un matiz que no se me escapaba, por lo oído, si la otra COPEL era gente entre los extremismos políticos (“presos políticos” con delitos comunes, del PCr, MIL, FRAP, GRAPO, CNT o FAI, incluso la ETA) con tropa de la pura delincuencia, en la “nueva” el nivel intelectual se centraba en sus porros, chutas y tráficos, y la fraseología alrededor de la amnistía, reinserción y rehabilitación se traducía en simplemente “a la calle”. Razón tenían, la única solución vaciar las cárceles a su nivel de habitabilidad.
Pero si los políticos iban a su ritmo, es decir, ese que desespera a quienes viven en situaciones límite, y además con promesas sin gestos directos a través de meses, los crecidos interlocutores se atrevían a más presiones. Se pasaría de las ineficaces huelgas de hambre y las dolorosas autolesiones a detener la cárcel. Si todo funcionaba, más mal que bien, se debía detener la prisión con una huelga general de “destinos” y talleres. Nada de subirse por los tejados, clamando por las pésimas condiciones o porque los juicios no llegaban nunca, y gritando lo de amnistía con poco eco social en cuanto significara vaciar las cárceles en un momento en que la delincuencia subía. Paralizarían la cárcel.
Ni que decir tiene que un cuarto de los presos se oponía sin el más mínimo resquicio. La diferencia de circunstancias, aunque tampoco era para repicar campanas, entre los “destinos”, “talleres” y los “tirados en el patio” era abismal, y por experiencia se sabía que quien se adhiriera a cualquier postura antisistema entraba de lleno en el delito “motín” y nunca jamás conseguiría destino o trabajo, y clasificado en “primer grado”. Total, las famosas furgonetas de finales de los 77, y a “penales”.
Mi compañero Camacho, participe de los célebres motines y de la fuga de los 40 con el fervor de un adolescente, lo tenía claro, él ni loco se prestaría a motín alguno. “Rafael, ver a mi hija…”. Una preciosa rubita corría por el pasillo mientras sus padres se metían en el cuartucho de las ruedas de reconocimiento. Toda una historia de amor aquella parejita. Aprovechó la fuga con apenas 18 años para ir a su pueblo en Extremadura y llevarse a la novia de 15 años. Tras la denuncia del padre por rapto, y una vez detenido con 98 atracos a cuestas, se casaron. Por si fuera poco, sabía buscarse la vida, y en el pasillo de “jueces” el abanico de posibilidades era total. Las explosivas novias de los mafiosos franceses, hasta la propia del tiroteado y asesinado desde el exterior, Vacarizzi, no paraban en remilgos. Que ellas, como mi mujer, consiguieran de inmediato “comunicarse en el locutorio de Jueces”, me demostraba que la corrupción abarcaba a todo el que tuviera algo para dar a cambio.
Las navidades de 1982 se celebraron, pero con un detalle, sin la participación de funcionarios. Mi mujer y yo, y Camacho con la suya y su rubita preciosidad. La convivencia con mi único compañero, más que aceptable. La exigencia, que cualquier trapicheo se realizara a mis espaldas, la cumplió a la perfección.
Hasta Don Daniel parecía olvidarse de mi deserción, aunque a sus saludos añadiera con sorna que de seguir así las cosas desaparecerían todos los privilegios. Un aguafiestas, pero cualquiera adivinaba que de una u otra forma las circunstancias debían cambiar, y una de las primeras que los presos no ejercieran de funcionarios.
A las huelgas de hambre individuales les siguieron dos generales, pero muy devaluadas, por lo que la genialidad de detener la cárcel se impuso. Tratar la prisión como una fábrica, donde los intereses comunes son parejos, no es que fuera un error político, fue una maldad de quienes sabían por experiencia las reacciones humanas en aquellas circunstancias. Pero antes de tracas finales, rompiendo la poca unidad entre tan dispares individuos y situaciones, me involucraron en una historia que pudo acabar con mi vida.
Como tantos domingos fui a la Sexta, donde me parecía no existir peligro alguno, a jugar a frontón. Las conversaciones, las de moda, “reforma del Código Penal”, poco menos que la calle para todos. Pero surgido de entre el numeroso público salta una voz señalándome, “Rafael…si tú…cuéntanos eso de que has ofrecido un millón por la cabeza de los de la COPEL…”. ¡Coño!, yo no conocía ni al individuo ni a los dos o tres que se adelantaban. Al poco, cercado, y con pinchos a menos de un metro apuntándome.
Nunca me había significado, ni siquiera entre los que formaban una unidad con los funcionarios, la mayoría de las veces los propios kíes y traficantes, pero era evidente que alguien me involucraba. Por el momento la situación se solucionó con la entrada en el patio de Camacho blandiendo un gran “baldeo”, espada artesanal, y lanzándose en mi ayuda, que con la participación de otros amigos de mi estancia en el Sexta solucionaron el entuerto. La Sexta se convertía en otro tabú para mí, pero la escena tendría repercusiones futuras, entre ellas situarme contra la llamada COPEL sin comerlo ni beberlo. Pero antes de conclusiones que alguien pudiera tachar de fantasías, debo relatar la pieza clave y cumbre que solucionó las huelgas de hambre y los anunciados motines.

15. LA MODELO. Primer semestre de 1983

A alguien se le ocurrió que los de la Séptima galería, los enchufados, el centro del odio de cualquiera en la Cuarta, y la llamada COPEL, se reunieran para discutir lo de la huelga general, la paralización de la cárcel. La convocatoria en la Séptima. Una asamblea. Cualquiera de los convidados acumulaba tantos años de cárcel que un muerto más o menos no solo no les significaba nada en cuanto a años de condena sino que mejoraba su estatus interior. La filosofía de que se paga lo mismo por un “mullao” que por doscientos abolía la disuasión de otras penas a quien ya sumara el tope máximo. Un principio aplicado por la ETA, cuyos caídos se confesaban autores de los más posibles de sus atentados, ahorrándose torturas y librando a los reales culpables, al paso que enredaban investigaciones con la complacida colaboración oficial siempre dispuesta a poner nombre de autor a todo delito. Al sumario por Carrero Blanco le sobraron autores. Esa realidad creaba en si misma el dominio por miedo de unos sobre otros. Matar, entre habituales, un argumento sin tapujos, y no solo entre presos, he visto a funcionarios arrugarse ante los de la ETA y salir de la galería. Una situación que con cualquier otro preso conllevaría su ingreso en la Quinta, una vez cerradas las celdas al anochecer, y mínimo una paliza de muerte.
No se trataba de una reunión entre “asesinos” y “buena gente”, pero sí de gente con largas condenas y otros con la “libertad” a la vista. Allí ni había “santos” entregados a ideologías ni siquiera “ideologías”. Unas doscientas personas llenaban la pequeña galería. Ningún funcionario. Pero alguien abrió las cancelas. Las llaves, uno de los pocos trabajos indelegable de los funcionarios. Ignoro quien propició y ordenó aquella barbaridad pero sin la intervención de la Dirección, perfecta conocedora de cualquier movimiento interior, no se hubiera producido. No existía una clara dirección ni autoridad definida por ninguno de los inexistentes bandos, solo distinguidos por su situación en la cárcel, ni entre los conducidos o añadidos a la asamblea se distinguía o encabezaba la etérea COPEL de las “reuniones oficiales”, ni siquiera en la Cuarta gobernaba un solo grupo, y ni todos eran de esa galería. En pocas palabras, la concentración de más “asesinos” por metro cuadrado que se pueda imaginar. Si “las masas, ni de obispos”, aquella “masa” era la más explosiva de las imaginables, y todos en la pura desesperación.
Mi compañero Camacho, con gran predicamento y negocios en el Interior, con total fama de duro, inició, desde el piso superior, un discurso directo. Él, que de “menor” conoció los motines de 1977 y la verdadera COPEL, gente del anarquismo y comunismo, políticos, no estaba dispuesto a que se repitiera la historia, la entrada de los antidisturbios y el traslado a penales de cualquiera de los participantes y además estampado en el expediente “sedición”, “motín”, acabando en amnistías e indultos para unos y largas condenas para otros con “primeros grados” de por vida.
Duró poco. La palabra “chivato” se oyó clara y contundente. Tan clara como la reacción. Bajó a saltos la escalera, apartando a quien se pusiera por delante, y sin mediar discusión, le clavó al insultador unas enormes tijeras. Le partió el hígado hasta los pulmones. Los de la cercana enfermería, sin medios para ese tipo de sucesos, muy frecuentes, se llevaron el cadáver, y al propio Camacho, que acto seguido se autolesionó clavándose en el muslo la misma tijera para justificar una pelea y defensa propia. La galería se llenó de funcionarios. Si de guardia en el interior había pocos, en el exterior llenaban de sobras la Séptima. Se disolvió de inmediato la peculiar asamblea. Supongo que la Guardia Civil de vigilancia exterior se puso en alerta. Ninguna oposición a la orden de repliegue a las galerías y celdas. Se ordenó un recuento, todos en sus celdas, y cerradas.
A Camacho, la situación y el arrebato le costaron además de un traslado a ignoro donde, 19 años más de condena. También iba a tope. El muerto pertenecía a un clan gitano aunque no fuera uno de sus significados actores. La palabra “chivato” donde lo impregnaba todo, que añadida al terror permitía pocos funcionarios para tanta gente, significó la muerte en ese y otros muchos lances.
Los acontecimientos se precipitaron, y el más importante los traslados masivos a “penales”, pero con otro externo que por si solo acabó con la tensión interior. La reforma de los artículos 503 y 504 del Código Penal con el límite de la “prisión preventiva”. Quien más quien menos se veía en la calle. La mayoría “preventivos” y la mitad con dos, tres, cuatro y más años de Modelo. Yo mismo caía dentro de esa Ley. O me juzgaban, o la libertad. Hacía dos años que el sumario estaba cerrado. Mis perspectivas entraban en más variantes. En libertad, convencido que el caso daría un vuelco.
Si los acontecimientos interiores me confirmaban que Don Daniel tenía razón, los presos no participarían en empleos propios de funcionarios, en cuanto a mí, después de la incorporación de uno para la Oficina Técnica, ahorrándome el trabajo de mecanógrafo (solo por unos días porque aprendió pronto lo de quitarse de encima a mi cargo la máquina de escribir), y dada la reforma, mi objetivo hacia un “Tercer Grado” vía Pilar Pato, perdía prioridad. Pero la retomó de inmediato, pues antes que entrara en vigor se fijó la fecha de juicio para Mayo. El presidente de la Audiencia y presidente especial para el Caso Consorcio no soltaría su presa. Soltarían a un buen número de criminales, entre ellos a un compañero que mató a su mujer y su abogado, por sobrepasar los dos años de prisión preventiva, pero los del Consorcio no se le escaparían. Aquel año, la genialidad socialista, vació las cárceles. Más de mil de los dos mil seiscientos en la Modelo salieron en libertad provisional. Nunca mejor dicho lo de “provisional” porque la mayoría o volvió tras el juicio o por su “profesión”, sin embargo unos cientos desaparecieron para siempre. Algunos se perdieron por Brasil o México, sin extradición entonces.
Si por mis abogados, Gonzalo Quintero y Francés Jufresa, poco sabría, sus escasas visitas nada me aportaron durante el año de defensores, un recorte de periódico me demostró que algo se movía “fuera”. Con dos años y medio de cárcel, y con la vida pendiente de un hilo, el caso Consorcio desaparecía de mis prioridades. La gota que rebasó el baso de mi paciencia despidiendo a los funestos Luis Pascual Estevill y Eduardo Soler Fisas, un recurso en el Supremo del que comprobamos con otro abogado que no existía, tomaba una segunda lectura.
Martes, 8-03-1983 EL PAIS, “Una encargada de limpieza en el Supremo tiró a la basura parte del sumario de la Zona Franca”. Hacía un año que por toda solución Pascual me contestara que se habían “pegado los trocitos” y el recurso se resolvería con carácter de urgencia. Si un año más o menos en los burocratizados y repletos juzgados no es nada, que se publicara la noticia debía tener algún significado. Se reafirmaba la competencia de los juzgados de Barcelona. Ni que decir tiene que la noticia despertó en el pequeño ambiente de los implicados todos los bulos imaginables, entre ellos la del porqué del inmediato juicio, tan deseado antes de la Reforma del Código Penal. De vernos libres, a la angustia del más que dudoso juicio. Entre fábulas exteriores y amenazas interiores, las de fuera ya formaban parte de los misterios sin solución que envuelven la vida, por lo tanto mortificarse poco aportaría. Me preocupaba mucho más la situación interior, que además de la propia vida afectaba la posibilidad de un “tercer grado”, tan necesario de nuevo a la vista del juicio. Me había “institucionalizado”, ese integrarse y vivir por y para la Institución con el consiguiente paso mental de olvidarse del más allá de los muros. Sucedía más de lo que se puede suponer, y yo era consciente de la absorción del medio, la morbosa entrega al infortunio, la inmersión en la esclavitud, la anulación de la propia personalidad, y en definitiva, comer y obedecer, más de lo que han tenido miles de millones de individuos, y ni se les ocurrió arrasar a los dioses que les esclavizaban, y ¡adorándoles!. Si la libertad es un sueño para el hombre, la esclavitud también forma parte de sus complejos circuitos internos. Y si al Síndrome de la “Institucionalización” se une el de “Estocolmo” se entiende la pasiva entrega al cruel Destino de la mayor parte de toda la humanidad. El Ulises rompiendo escaparates para que le encarcelaran.
Darle vueltas a porqué se publicaba, un año después, una pequeña noticia sobre un caso del que poco o nada se publicaba ya, no tenía más sentido de que alguien desde algún despacho meneaba el tema. Sea como fuere, habría juicio, y la Sala de la Sección Primera no la presidiría para ese solo caso su titular, Manuel Derqui Valbuena (del que Pascual Estevill me comentara su disposición a conceder la libertad con fianza, por lo que quizá le apartaran del caso), sino el Presidente de la Audiencia, Alfonso Hernández Pardo, que excluido de juicios por su cargo, se lo había atribuido, al igual que los recursos, aplicando por encima de la Constitución una Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia de 1896 que ni de lejos atribuía al Presidente de la Audiencia “reservarse un caso” sustituyendo al presidente de la Sección propietario de la plaza. En el inútil recurso al Constitucional se aseguró que jamás se había dado esa situación. Es de suponer que cualquiera de los motivos que le indujeron, aun excluyendo la posibilidad de que le pagaran un buen maletín repleto de billetes (ya entonces se tildaba en los medios jurídicos a Piqué Vidal como el “hombre del maletín”), y se tratara de una inspiración divina convencido (por alguien) que aquel caso solo lo podía juzgar él, y únicamente él, caían dentro de la arbitrariedad y corrupción, y por tanto me indicaba que me condenaría. El posterior concepto de “Sala Contaminada” (no poder juzgar por ya haber decidido recursos), una tontería que no cabía en su cerebro fascista, y por tanto corrupto y corrompido, ni de ese presidente ni de la mayoría. Él se sentiría virrey, y lo peor que los demás servidores de la Justicia se sentían sus súbditos (el concepto fascista del Mando por encima de la Ley), entre ellos el Presidente Derqui, que ni de lejos lo era bajo el imperio de un Estado Democrático y de Derecho, con leyes taxativas convirtiéndole en el Juez Natural para ese y todos los casos de su jurisdicción. ¡Y Hernández Pardo presidió la Junta Electoral de Cataluña, pobre Democracia!.
Veinticinco años después analizando las trayectorias profesionales, delictivas y judiciales del trío “Piqué Vidal-Javier de la Rosa-Pascual Estevill”, no me cabe duda que el desaparecido recurso en el Supremo o la propia celebración del juicio formaban parte de su estrategia. Ya no disponían de tiempo, los acontecimientos se precipitaban y no por la lógica aplicación de la Justicia tras casi tres años de cárcel, sino por una Ley que les obligaba. Se daría el paso final, que nos condenaran. Y si el juicio paralelo de la prensa les dio el magnífico resultado de la sin duda culpabilidad de los encarcelados, el último acto se dirigiría y controlaría como todo el proceso. Y lo estaba. 10.000 millones de desfalco dan para comprar las suficientes voluntades, y en este caso todas estaban compradas. Jamás se comentó en la prensa mis declaraciones en el Juzgado, surgidas de los propios documentos entregados por el Consorcio de la Zona Franca, sobre la intervención directa de Javier de la Rosa. Tan directa que el propio “juez especial” la calificó de tal al aceptar mi petición de declaración. Ni “directa” ni declaración, nunca se citó su nombre en relación con el Caso. Nunca. Siempre me pregunto, ¿cuantos millones, y para quién, le costó al quebrado por 100.000 millones Banco Garriga y Nogués?.



16. LA MODELO. 1983 hasta Mayo.

Algunas de las duras situaciones de mis últimos meses de cárcel, como en la vieja mili, desaparecieron quizá por la libertad, de golpe, por sorpresa, sin esperarla. Pero antes aun sucedieron leves incidencias en los pasillos entre cancelas donde me movía, de esas que ni siquiera se registran en partes oficiales, pero que alteran el ánimo. Abrazar a mi amigo Koldo, devuelto a La Modelo después de un año en Madrid, me costó una reprimenda del capitán de la guardia civil que le rodeaba y tuve que excusarme ante un Jefe de Servicios con lo de que la amistad no iba más allá de mis partidas de frontón, y con que los amigos en aquel lugar los imponían las circunstancias y la obligación de la mejor de las convivencias. Una pieza, Koldo, el jefe de la ETA que entró con su grupo en el Cuartel de Berga a robar armas, y huidos por las montañas detuvieron a varios, entre ellos su compañera. Tan romántico como Camacho que tras su fuga por el túnel de la enfermería “raptó” a su entregada novia, Koldo falsificó una documentación de abogado y solo se le ocurrió entrar armado en la cárcel de la Trinidad a visitar a su compañera con la idea de tomar rehenes y liberarla. “Cuando me cercó la Guardia Civil exigí mi entrega a la Policía Nacional…”, me contaba. Yo le solía contestar que lo de Berga y la Trinidad demostraba que su cabeza no funcionaba del todo bien. Me perdonaba esa, y muchas otras de mis ocurrencias contra la ETA, como que las huestes vascas de los ejércitos de los reyes de Castilla o del Imperio Español formaron la España, o sea, que ellos, las tribus vascas, cántabras y astures, y no los andaluces, mis ancestros, formaron lo que hoy es España, de la que pretendían salir matando a diestro y siniestro. O que me olía no estaban muy bien informados porque algunos de los secuestros de industriales, por lo que yo sabía de finanzas, familiares y bancos les darían dinero pero para que se los quedaran. Todo me lo admitía, discutía y reía, contestando que solo de un ácrata y anarquista aguantaría ese discurso. Un fallo dejarme llevar y abrazarlo esposado entre no menos de seis guardia civiles cuando esperaba la tramitación de la entrada. Ningún problema cuando con otros presos de vuelta, o entrando y saliendo al clínico, como Xiqui, el kíe de la Sexta en mis inicios, que tras varios meses de su fuga por el túnel de la panadería, entraba en camilla con la pierna recompuesta entre hierros ortopédicos. Las cosas normales en otros tiempos, departir con “amigos” mientras esperaban estampar las huellas y demás trámites de ingreso, ya ni se me ocurrirían, apenas si bajaba al pasillo de estrada a la cárcel. Los últimos meses intentando desaparecer. El Jefe de Servicios me perdonó el impulso, no cursaría un parte. Nunca lo hicieron, mi expediente impecable.
Hasta mayo, si la tensión Interior bajaba, la mía subía a niveles de infarto. Asociarme con mi compañero de frontón y de “destino”, Camacho, me situaba en el punto de mira de varios clanes internos, que aunque desechos por traslados, seguían activos. Es una tontería alegar que a “rey muerto, rey puesto” y que si los kíes y cabos perdían dominio a manos de nuevos y más funcionarios, el “mercado de la droga” con abundantes beneficios creaba de nuevos a enorme velocidad. El futuro me demostraría por mis otras dos condenas que mi nombre se limpió y mi recuerdo impecable entre presos y funcionarios. Pero en aquel momento ni el ambiente “oficial” andaba muy seguro en cuanto a mí. Un tal Pena, secretario del Director Camacho, me interrogó sobre los rumores del millón de pesetas contra los de la COPEL, pero concretando. Al parecer la fábula se la atribuyó Pedro Baret en huelga de hambre porque consideraba que su prisión preventiva se alargaba demasiado. Baret pretendía “politizar” su situación, se convertía en adalid o mentor espiritual de la COPEL. El tema quedó congelado, yo nunca había amenazado ni a Baret con quien hacía meses no tenía ningún contacto, ni a nadie.
También pasarían muchos años hasta no entender el verdadero trasfondo de lo que entonces me pareció otra de las absurdas locuras que envolvían mi vida. Dos o tres años después, ya en libertad, en uno de mis viajes me sorprende en la librería del aeropuerto un libro de Pedro Baret y Federico Gallo contando su vida y estancia en prisión. Se convertía en guía espiritual de los motines y reivindicaciones, y a mí en poco menos que jefe de la reacción, una especie de extrema derecha pro Sistema, y sin más me hacía financiero por un millón de unos supuestos asesinos a sueldo que debían acabar con su jefatura. De nuevo mi obsesión por leer todo lo que se publicaba sobre los ya muy famosos personajes redondearía mis sospechas. En 1998 el ex secretario de Piqué Vidal, Antoni Piñol, publica un libro, “La toga manchada de Piqué Vidal”, y leo, tras las sociedades creadas con el ex guardia civil Sebastián Martínez Ferraté, “Privacy” y “Enterprise of Investigación”, “Nos encontramos también Ona, Institut d´Imatge i Comunicació, con el fabuloso periodista y mejor persona que fue Federico Gallo”. Después cita sociedades creadas con el nombre de los futuros Juegos Olímpicos… digo yo que pensaría participar en la gran tarta. De inmediato comprendí lo que solo atribuí a una fábula de un fantasioso Baret, arrimando el ascua de la complicada situación interior a su sardina, su particular huelga de hambre para obtener la libertad con fianza, que se la concederían. Un caso pringoso el de Baret con alguien de la Caixa y del Banco Central de por medio, pues de lo contrario era imposible su “estafa”, que se diluiría en el tiempo y la corrupción barcelonesa.
No sería una fantasía a estas alturas de la vida pensar que alguien aprovechaba el río revuelto para que, ante un complejo juicio en el que Del Barco soltaría su bilis, mejor si desaparecía. El “bueno” Federico Gallo, personaje del Franquismo como Baret, amigo y colaborador de Juan Piqué Vidal. Ya pocos recuerdan al celebérrimo comunicador que llegó a Gobernador Civil, Que uno más de los destacados personajes de los “medios” barceloneses de los 70 trabajaba para Piqué Vidal, o sea, De la Rosa, nada especial si toda la prensa barcelonesa gozaba de créditos del Banco Garriga y Nogués bajo la dirección de Javier, y como se demostraría con varios periodistas en nómina, caso Feliciano Baratech de la Vanguardia.
Pero si lo del millón de pesetas se olvidaba a nivel oficial, y aunque seguiría transcribiendo los informes de Doña Pilar, unos días antes del juicio, surgió lo que al parecer era inevitable. Una mujer joven, sicóloga me dijo, me levantó airada de mi mesa de trabajo, echándome de la oficina. Estaba solo, y salí al pasillo de “jueces”. Allí me encontró Doña Pilar que por tradición nunca llegaba antes de las diez. Me tranquilizó, simplemente, se completaría el equipo técnico y ningún preso podría inmiscuirse en su trabajo. Yo, que ya me veía de nuevo en el Interior, regulé el ataque de adrenalina. Fregar la sala de visavís, pasillos y oficina calmaría mis inquietudes.
Mi mundo, el pasillo de jueces, la sala de visavís y las oficinas de Doña Pilar, vedadas cuando se “trabajaba”, entraron en cierta paz y tranquilidad sin la actividad del joven Camacho. Si las “novias” de los “bos” franceses dejaron de incordiar al romperse el canal por donde entraban a “jueces”, que no provenía del mismo por el que obtuvieron el primer visavís a los pocos días de su ingreso en prisión, resultando del simple añadido en las listas que una vez firmadas en la dirección pasaban a manos de Camacho para su “aviso y salida”,
Un momento delicado, con el juicio a la vista que anulaba la solución del 503 y 504 sobre el límite de la prisión preventiva, y por tanto la segura condena, de nuevo el “tercer grado” de Doña Pilar se mostraba la única esperanza. Ni siquiera me planteaba trato especial. Tres años, suponían con las redenciones ordinaria y extraordinaria, más del tiempo necesario para la concesión de un “tercer grado”, incluso de una pronta libertad condicional, pero un traslado a penales sin que Doña Pilar pudiera intervenir complicaría el proceso. El ambiente cambiaba a demasiada velocidad, la psicóloga, la primera en La Modelo, no parecía dispuesta a concesión de ningún género. Apenas los buenos días. Y si Don Daniel ya diera por sentado que los negocios de la “oficina técnica” eran de dominio común en la Dirección, ahora con nuevos miembros, el proceso se complicaría. No se cortaba un pelo, al tropezarse conmigo por el pasillo, en achacarme el error de dejar el economato, y aunque me contestaba a mi mismo que siempre sería necesario alguien que fregara el suelo, o acercar la silla tapizada en rojo “para autoridades”, tipo el fiscal Carlos Jiménez Villarejo, única autoridad al que recuerdo acercársela cuando tomé las funciones del cesado ordenanza, Camacho, no me tranquilizaba. Contrapartida, Ana seguía apareciendo, pero menos. Las guardias se complicaban, disminuyendo también el coste de las “invitaciones” en el Bar Modelo.
Un par de meses de relativa tranquilidad. Pilar, si bien me parecía que se retraía en manifestarse conmigo con la ventaja de suprimir mis servicios mecanográficos, me insistía que lo del juicio era buena noticia ya que a una condena de doce años con tres cumplidos le seguiría un tercer grado, y a la calle. Si la “minirreforma”, así se la denominó, del Código Penal no tenía más objetivo que vaciar las cárceles, aunque los Socialistas la mostraban como uno de sus grandes avances hacia el control y democratización de la Justicia (que por cierto después ampliarían los plazos), los “terceros grados” formarían parte de esa filosofía y yo entraba en los postulados necesarios. Toda una esperanza. Llegar al juicio, vivo, era una cuestión de prudencia y suerte. Los controles interiores se reforzaron, lo que añadido a la esperanza de libertad en una gran mayoría, mejoró en mucho la convivencia. El trabajo, fregar pasillos y oficinas, no solo no agobiaba sino que me permitía leer y escribir la mayor parte del día, a la par que una activa relación pública con alguno de los muchos abogados que visitaban a sus clientes. El “todo iba a cambiar” de Don Daniel se hacía visible a diario con nuevos funcionarios, y si tras la actitud hostil de la nueva “sicóloga” esperaba más reacciones, ni las hubo, ni nadie parecía tener ningún interés en el “ordenanza” de la “Oficina Técnica”. De mi celda, fuera del circuito normal interior, después del toque de diana, a mi trabajo tras la primera cancela, y después del cierre al anochecer, de nuevo a la celda.
Antes del Juicio aun oiría a mis abogados hablar sobre la posibilidad del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde aseguraban que las prácticas del Sistema Español eran no solo mal vistas sino que las primeras sentencias contra el Reino de España se dejaban sentir entre los políticos, repitiendo los socialistas sus promesas de cambio en la Justicia, incluso entre los propios profesionales, jueces, fiscales y abogados, que deberían cambiar no solo sus hábitos sino mucho más su mentalidad. Gonzalo Quintero se atribuía haber participado en varias ponencias y redactados sobre el nuevo Código Penal, del que la mini reforma era una manifestación primera. Un nuevo Código Penal que tardaría 13 años creando no pocos problemas, endureciendo las condenas y otorgando más arbitrariedad funcionarial, aboliendo las redenciones por el trabajo, pero sin cambiar la filosofía de la Justicia Española. Si en las arbitrariedades del Franquismo decidían uno o dos personajes, según la importancia del caso, ahora decidirían entre varios, pero muy sujetos a esos uno o dos.



17. LA MODELO. Mayo de 1983
JUICIO POR EL DESFALCO DEL
CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA
Memorias y comparando con el JUICIO GRAN TIBIDADO
VEINTICINCO AÑOS DESPUÉS

Mayo de 1983, a tres meses de mis 43 años. Un mes complejo. Primero, el enorme peligro por el supuesto millón de pesetas contra los huelguistas de la COPEL, con Pedro Baret inventor de la fábula, relatada en el libro escrito conjuntamente con Federico Gallo, asociado a Juan Piqué Vidal en una oficina de “relaciones publicas”. Segundo, la muerte por mi compañero Camacho en la asamblea de la Séptima uniendo dinero y homicidio. Y tercero, el inmediato juicio, y el problemático “tercer grado” posterior. El giro en la “Oficina Técnica” con la incorporación de una psicóloga, era evidente. De tener las oficinas y archivos a mi disposición hasta las conversaciones se cortaban en mi presencia
Recordando, no puedo menos que enmarcar la vida de Javier de la Rosa Martí en esos VEINTICINCO AÑOS de diferencia entre los dos juicios en Barcelona. El primero, consolida su riqueza sin ni siquiera presencia ni menos comentario en la prensa, y el último, que de no ser por los kuwaitíes, cerraría su historia judicial sin apenas prisión, porque el pendiente por el CASO HACIENDA, al paso que vamos, se diluirá al estilo del de Gran Tibidabo, o mejor el de TELECINCO, inocente. Y si consideramos las minucias de un año de cárcel por 400 millones de estafa, o por la falsificación de la firma del Emir de Kuwait, de cuatro meses por la Audiencia de Barcelona a 18 meses por el Supremo, o sea, prevaricación y corrupción pura y dura comparado con mis condenas y cumplimientos de prisión. Las mías y las de miles.
Prevaricación y corrupción, que sin duda me traerían los doce años de cárcel pedidos por el AYUNTAMIENTO DE BARCELONA, el CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA, y LA FISCALÍA. Aun ignorando entonces que el juez instructor que ordenó mi prisión, Ezequiel Miranda de Dios, vivía en un piso del abogado Juan Piqué Vidal y que en el 2003 lo escrituraría a su nombre reflejando la propia escritura de compraventa los extraños pactos entre abogado y juez (se escritura por 40 millones de pesetas pagados en efectivo, y puesto de inmediato a la venta por 130 millones según la portera del edificio), y ni idea sobre las operaciones financieras entre Javier de la Rosa Martí y mis acusadores los socialistas, Serra y Maragall, y ni mucho menos conocía las relaciones entre todos mis abogados, o de los propios jueces que compondrían el peculiar y especial Tribunal…en fin, lo tan narrado en www.lagrancorrupción.com... mi posición ante el juicio era de total pesimismo.
Intentando solo recordar los sucesos en La Modelo que casi me cuestan la vida, y que en otro orden de cosas repartió infinita suerte a unos mil presos puestos en libertad por la simple reforma del 503 y 504 del Código Penal, se revuelven y oscurecen sin remedio. He de apartarme de mis simples memorias, aquella condena a lo pasado en prisión, no solo aparca mis recuerdos, sino que un día tras otro me hace pensar en el porqué de dos años, diez meses y veintiún día, para alguien que si era culpable de encubrimiento con ánimo de lucro (por conocer la procedencia de los dineros de Antonio de la Rosa Vázquez), y falsificación de documento privado (falsedad ideológica escribió en puro derrame cerebral o corrupto el juez de instrucción), la condena debía cifrarse entre los mínimos y máximos habituales en esa clase de delitos y desde luego más cercanos a los DOCE AÑOS PEDIDOS y los VEINTITRES sentenciados contra José Luis Bruna de Quijano.
Viven dos personas, dos jueces, los de derecha e izquierda del todopoderoso presidente del Especial TRIBUNAL, Alonso Hernández Pardo, que me podrían responder, pero no bajarán de sus pedestales para contestar a uno de tantos miles de delincuentes sentenciados que clamarán su inocencia eternamente, o quizá para rematar su faena complicándome la vida. Uno, José Luis Barrera Cogollos, PRESIDENTE ACTUAL DE LA AUDIENCIA DE BARCELONA, y otro, el especialmente célebre ya jubilado y “trabajando” en el Bufete Piqué Vidal, Adolfo Fernández Oubiña. Intenté que me respondieran en mi denuncia, que no demanda, en 2005 por la escrituración del piso, pero no la admitieron, debía nombrar abogado y procurador, y ni dinero ni abogados disponibles. La escritura en si misma refleja un más que posible delito, pero no se investigará. Contubernios de la “amigocracia”. Y volviendo a mayo del 83, cabría preguntarles que divina inspiración les dictó que los dos acusados, Serena y yo, sabíamos la procedencia del dinero de nuestro socio Antonio de la Rosa, máxime cuando en el sumario constaba un informe policial afirmando no existir nadie de los muchos preguntados que pudiera afirmarlo ni negarlo. Y porqué nosotros y no otros en mucha más relación con padre e hijo, y porqué los talones ingresados en el Banco Garriga no despiertan su curiosidad pero se relacionarán en la sentencia y los del Banco de Santander de Bruna si, en fin, mis eternos y tantos porqués…
A los dos magistrados añadiría los personajes claves de mi historia, Javier de la Rosa, Piqué Vidal y Pascual Estevill, o Narcís Serra, Pascual Maragall, su abogado Rafael Jiménez de Parga, y Carlos Güell de Senmenat. Todos vivos, y beneficiarios de Javier. Pero que ni sueño suelten una verdad, ni en su lecho de muerte. Y entre los claves, Luis Pascual Estevill, que asistió al Juicio vistiendo la toga de letrado y sentado entre los abogados, de observador. Sería por cuenta de su ya “banda” de delincuentes, cerciorándose que se cumplía el guión preestablecido.
Los dos magistrados vivos de aquella sentencia formaron tan fuerte amistad que unos años después les expedientaron rompiendo su magnífica carrera, aunque en el complejo mundo del Poder Judicial se olviden detalles y José Luis Barrera Cogollos alcanzaría la Presidencia de la Audiencia y hasta se le reeligiría por cinco años más (lo dicho, debe ser por su gran labor y lo bien que va la Audiencia), mientras Fernández Oubiña se reiniciaría de simple juez de instrucción sin olvidar a su “socio” Juan Piqué Vidal con el que llenaría su jubilación de jefe de “Fauna” del famoso Bufete. El contertulio que el gran Luis del Olmo utilizaría durante años de especialista en “Justicia”.
Tres días de juicio, todo un record entonces ya que los juicios consistían en un repaso del guión sumarial y la mayoría se resolvían en un suspiro. Se repartían siglos de cárcel a velocidad de vértigo. Ni testigos o acusados se atrevían a contestar más allá de unos ciertos o no ciertos. Entre otros, pasaron unas docenas cercanos al Consorcio que no me conocían, afirmando ese desconocimiento, y dos amiguitas de Antonio, confirmando nuestra amistad con el desaparecido, y un chofer del Consorcio en Madrid con lo mismo. Tres días sin ninguna nota disonante, con el abogado del Consorcio, Tintoré Cazurro, preguntándome si no me extrañaba que un empleado del Estado gastara tales fortunas (y él fue su secretario durante más de veinte años). Una pantomima. Lo único destacable las cámaras de la televisión, única entonces, que en su programa del sábado noche daría una reseña mostrándome esposado. Total, conocer al padre De la Rosa durante poco más de un año y realizar unas operaciones mercantiles cuyo montante no iba más allá de un porcentaje por debajo del cero de las muchas realizadas por los De la Rosa, me costaría los tres años pasados en prisión, los mismos que pactaban 25 años después con Javier por estafar 30.000 millones, y ¡con el mismo Código Penal!.
He escrito tanto sobre ello y tan poco conocido y leído que a menudo pienso en el insulto directo a los dos jueces vivos para que se querellen por injurias, pero si mi intención es la divulgación, sería inútil, nadie quiere creer en la maldad de la clase de Justicia que reina en nuestro país, y quien lo leyera se encogería de hombros con lo de que ¡algo haría!, o como dicen afirmara el propio Fernández Oubiña, “su verdad no se la quiere creer nadie, y mis mentiras si…”.
Otro record para una sentencia de 40 folios. Cuando un abogado me contaba que él de estudiante y recién licenciado, becario, redactó sentencias en juzgados de instrucción, malicié que la del Consorcio bien la pidieron redactar en el gran Bufete Piqué Vidal, entonces el más poderoso de Barcelona, con no menos de cien abogados y gente en “prácticas”, mucho más que cualquier sección de la Audiencia, y además con la asistencia casi diaria de uno de los juzgadores, Fernández Oubiña. Cuando tan solo cinco días después un funcionario de las oficinas me afirmaba que se tramitaba la libertad, pues la sentencia me condenaba a lo pasado en prisión, mi cerebro se atascó. Mi mujer andaba por el patio exterior incordiando a los muchos amigos de tanta invitación en el bar La Modelo. Se terminaban tres años de un mal sueño. La vida cambiaba de tercio y yo debía coger el toro por los cuernos. Es decir, los complicados y más endeudados y descapitalizados negocios. Eso, y el porqué de lo ocurrido, con a menudo la obsesión de enderezarlo en los primeros años, incluso buscando para su detención al decían fugado padre de Javier. Y de nuevo situaciones peligrosísimas, pues a quienes me enfrentaba escalaban día a día cotas de más poder, dinero y corrupción, flotando en la absoluta impunidad, y por tanto entrega y colaboración con el mundo político y funcionarial. Pasados los años tiré la toalla de la lucha directa. Para un solitario y ya marginal era más que una imprudencia embestir a quienes se fundían con el Poder en Barcelona, y hasta en Madrid. Pero iniciado su declive diez años después se me ocurrió llenar mis horas de cárcel escribiendo contra ellos. Más problemas. El declive, un espejismo, y sentiría su poder.
Tanto destrozaron mi vida, a mí y a miles, que en el momento de escribir estas “memorias” acercadas y revueltas con la actualidad, recibo un certificado, fecha 8-2-08 de la Audiencia Provincial de Barcelona. El cartero al no encontrarme en casa deja el aviso. Un día elucubrando, desde una denuncia por mis escritos, poco probable, a una de falsa, similar a las de los años 95 al 2004, o el eterno automóvil, que nunca compré, que aparece y desaparece entre citaciones. El ánimo se calmó a medida que leía la Sentencia de la Sección Dieciséis de la Audiencia Provincial de Barcelona, rollo nº 182/2007-C, Autos Juicio Ordinario nº 350/2005 del Juzgado Primera Instancia 4 de Arenys de Mar. Resumiendo, un parcelista de Zona Rústica San Llop de Tordera, comprador en contrato privado a otro también con contrato privado, pedía escritura, y a suponer mal aconsejado por algún abogado interpuso denuncia que acabaría en prescripción. Hacía treinta años. Muchos han hecho buenos negocios con el despojo de mis empresas, todas embargadas desde hace décadas, y hasta una simple parcela que en un momento determinado no valía “nada” se compraba y vendía por varios millones, demostrado en el juicio de 1992, rematando el caso de mis “urbanizaciones”. Otro abogado convenciendo a un ignorante cliente. Es de suponer que ahora le convencerá con cualquier argumento y seguirá los trámites normales en esos casos hasta que un juez ordene la inscripción en el Registro de la Propiedad, si ello es posible, porque lo que indiscutiblemente lo era en principio puede ya no serlo en la actualidad, y nunca por mi culpa. Murió hasta el apoderado que escrituró durante años.











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